Un cardenal
Se percha en lo que
queda del invierno.
Me acecha con su cuello
emplumado y ojos nocturnos.
Sigue cada uno de mis
movimientos en la cocina.
Correspondo en silencio.
Soy yo quien está perchada
en lo que queda de vida.
Crecen las plumas en lo
que fueron mis brazos.
Me veo a través de la ventana
deslizándome en la eternidad.
Esperanza
Somos tormenta sin destino
dispersos en la eternidad,
giros aislados que no
encuentran otro similar.
Esta fulminante realidad sobrecoge,
nos fuerza a establecernos
en ciudades virtuales
de luz artificial y metálicas voces.
Somos una nueva generación
de migrantes, obligados a vivir
entre circuitos y ecos electrónicos,
cubiertos con endebles cubrebocas.
Esperanza, toma nuestras manos,
llénalas de rayos cristalinos
que se reflejen en los corazones
y saturen los cuerpos.