Octavio Quintanilla es autor del poemario, If I Go Missing (Slough Press, 2014). Sus poemas, traducciones y fotografías han aparecido en revistas literarias como Salamander, RHINO, Alaska Quarterly Review, Pilgrimage, Green Mountains Review, Huizache, y en muchas otras. Se doctoró en la University of North Texas y es Profesor de Literatura y Escritura Creativa en el programa de MA/MFA en Our Lady of the Lake University de San Antonio, TX.
¿Quién es Octavio Quintanilla?
¿Quién es, Octavio? Buena pregunta, Xánath. Creo que ni yo sé quién es. La verdad es que es un poco raro hablar de mí mismo en tercera persona. Cada vez que me pienso en tercera persona me imagino muerto, justo como lo hace Vallejo. No te alarmes. Es un juego que me gusta jugar. Un poco infantil y macabro pero puede ser muy divertido.
Déjame ser un poco más serio y tratar de responder a tu pregunta. Soy una persona en conversación continua con la poesía. Con el lenguaje. Con lo que puedo hacer con la palabra y con lo que la palabra hace conmigo. Viví en México hasta que cumplí los nueve años y cuando me mudé a los Estados Unidos, mi primer idioma, el español, fue silenciado de muchas maneras. Soy fronterizo de corazón. Creo que lo que te quiero decir es que el lenguaje siempre ha sido una de mis más grandes preocupaciones como escritor.
Más concreto: soy escritor, profesor, crítico, fotógrafo. También soy alguien que está dominando el arte de perder cosas, lugares y personas, precisamente como Bishop nos recuerda. Ella perdió dos ríos, un continente. Yo perdí el país de mi niñez y mi niñez cuando perdí ese país. Bishop perdió el reloj de su madre. Yo perdí a un padre. ¿Qué sigue? ¿Quién sigue? Cada día pierdo un poco más de la inocencia con la que nací y cada día recupero la fe de que nunca desaparecerá por completo. Quiero creer que esta fe es un acto de rebelión contra la desesperanza. Metafóricamente hablando, soy búsqueda constante, viaje que tiene final. Neta.
¿Quiénes te acercan a la lectura?
Hace tiempo, en una entrevista dije que mi primer esfuerzo creativo era el de prestar atención, el de escuchar a los abuelos, y amigos, relatar historias.
Era niño, tendría cinco o seis años, recuerdo visitar a mis abuelos en México, en un rancho donde aún no había electricidad. No había televisión, así que después de la cena, la gente se sentaba bajo “enramadas” para platicar de política local o sobre el culero que salió madreado por ser pendejo. Básicamente, hablaban de cualquier cosa que llegara a ellos como noticia.
Me gustaban los cuentos sobre lechuzas y lo sobrenatural. Estos relatos me llenaban de asombro y agitaban mi imaginación. No sólo los cuentos, sino también el sonido de las voces que salía de la oscuridad. A veces estaba tan oscuro que todo lo que se podía ver eran los ojos rojos de los cigarrillos. Esta imagen se me ha quedado, y podría ser el punto de partida de mi esfuerzo por crear, escribir, contar historias. Y así, creo que este es el origen de mi inclinación por el cuento, por la poesía, por la literatura. Y luego, a medida que crecía, lo que realmente me impulsaba a leer eran las montañas de historietas que mi madre me conseguía. En el pueblo donde viví en México, pocos eran dueños de televisores, y así, la gente se entretenía leyendo historietas y fotonovelas populares. Se compartían. Me gustaba leer historietas de suspenso o aventura, como El Libro Vaquero, Memín Pirgüín, las revistas de Luchas o las de Kaliman. A través de este tipo de novelas gráficas producidas en serie, también me familiaricé con la historia, la mitología y las interpretaciones abreviadas de la literatura clásica.
¿Cómo comienza el quehacer literario para ti?
Mi quehacer literario comenzó de niño, cuando aún no tenía ni idea de lo que significaba el concepto de quehacer literario. Cuando los niños de la primaria le daban palazos a la piñata de la fiesta del fin de año escolar, yo me sentada a observarlos. Ahora que reflexiono, creo que estaba inventando historias sobre esos niños y la piñata. Me imaginaba que la piñata regresaría de la tumba a cobrar venganza.
Tal vez fue entonces cuando empezó mi quehacer literario, cuando empecé a observar seriamente el mundo que me rodeaba y cuando empecé a inventar historias en las que yo era el chingón del cuento, el héroe. Era un niño tranquilo, un poco tímido, así que era fácil para mí perderme en la imaginación.
Cuando me mudé a los Estados Unidos, las cosas cambiaron un poco. Aquí tenía acceso a las bibliotecas. Y comenzó una nueva etapa de mi obra literaria. Los primeros años aquí, no hablaba mucho el inglés. Me incomodaba mi acento al hablarlo. Pero sí lo escribía bien. Y los profesores lo notaron. Y ellos me apoyaron y fueron los primeros en decirme que les gustaba mis historias. Es asombroso el poder que tiene una palabra amable dirigida a ti cuando estás chavito. Esto pasó cuando estaba en cuarto grado de primaria. En la secundaria fue cuando decidí ser escritor. Así era como me definía con las personas que se ganaban mi confianza: “Soy escritor.” Se sentía bien. Decirlo era muestra de ambición y contradecía la posibilidad real de que terminaría haciendo algo con mi vida que no quería hacer pero que haría si hubiera tenido que hacerlo.
Lo genial es que la gente que realmente te ama comienza a creerlo también. Que eres escritor. Que tienes talento. Mis primeros escritos fueron cuentos cortos. Luego una obra de teatro. Entonces sucedió algo que no me esperaba. Empecé a escribir poemas. Se me salían de las venas. A principios del año 2000, publiqué mi primer poema en una revista llamada Slant: A Journal of Poetry. Esa primera publicación fue el trago de agua que necesitaba.
¿Tienes poemas favoritos de otros autores? ¿Pudieras compartir alguna estrofa y compartir un poco de tu atracción hacia ésta?
Tengo un montón. Al menos una vez a la semana descubro un poema que revienta mi mente. Me gusta leer mucha poesía contemporánea. Poetas como Solmaz Sharif, Carolina Ebeid, Eduardo Hurtado, C. Dale Young, Emmy Pérez, Francisco Hernández, Ocean Vuong, Erika Garza-Johnson, Patricia Spears Jones, Eduardo Corral, Sheila Black, Josh Robbins, Ed O’Casey, Rajiv Mohabir, Katie Hoerth, Susan Landers, Connie Voisine, John Pluecker, Rodney Gómez, Joe Jiménez, y muchos otros, me gustaría poder enumerar todos los poetas y poemas que me inspiran a diario.
Pero para ser más específico, y para contestar tu pregunta, las líneas de Orlando Guillén me llegan: “Un balazo en el cráneo de la calle / Un trallazo en el cráneo de la noche / La flor a cuatro patas por el valle / los muertos por amor son mi derroche.” Habrá días en que verás en mis labios las líneas de Elisa Ramírez Castañeda “Me ocurrió, como los accidentes / las maldades, los milagros, / las casualidades, los chubascos. / Eres acto fallido del corazón…” En los atardeceres, las líneas de Huidobro pegan duro en el pecho: “Sol tú que naciste en mi ojo derecho / Y moriste en mi ojo izquierdo.” Cuando se me carga lo que estoy perdiendo todos los días, pienso en Rafael Vargas: “Miro en mis manos las manos de mis padres / sus paseos por parques desaparecidos / los soles de sus deseos en la ciudad / la proximidad de sus bocas abrazados en el sueño…” Hay demasiada belleza y verdad en estos poemas. Creo que voy a parar aquí, Xánath. Para mí es delicioso citar poemas y no pararía si dependiera de mí.
¿Cómo es un día de creación literaria para ti?
Porque soy docente en una universidad es difícil encontrar el tiempo durante la semana para escribir. Difícil encontrar el tiempo para darle toda tu atención al poema. Por lo tanto, tengo que adaptarme. Y así, me envío mensajes de texto cuando estoy en lugares de espera—una metáfora, un título, una imagen. Cuando llevo mi cuaderno, escribo fragmentos, estrofas. Algo que me pueda ayudar a darle una autenticidad emocional a lo que escribiré ya con más tiempo. Durante las vacaciones escolares, es cuando suelo sentarme a escribir con todo mi ser presente.
¿Cuándo sabes que un texto está listo para ser leído? ¿Cómo has madurado como escritor?
Mido el grado de cuánto crezco como escritor comparando lo que escribí, digamos, hace un año, y lo que estoy escribiendo en el momento presente. Porque me gusta leer mucho, siempre estoy aprendiendo nuevas formas de cómo hacer poemas. Por ejemplo, en este momento, estoy muy interesado en la poesía documental, una forma de hacer poemas que realmente no me interesaba hace unos años. Pero a veces entre más estudio una cosa, más me encuentro en ésta. Me gusta tener una mente abierta cuando se trata de aprender nuevas formas de explorar la experiencia humana, la historia, mi lugar como poeta entre todas estas cosas.
Cuando escribo un poema lo guardo por algún tiempo. Cuando vuelvo a él y me sorprende, entonces sé que está listo para ser leído en público o para ser publicado. Me gusta tener esa sensación de que tal vez no fui yo quien lo escribió.
¿Qué tanto hay de Texas en lo que escribes?
Texas figura bastante en mi poesía, específicamente el sur de Texas, el Valle del Río Grande. La frontera. Pasé mi adolescencia allí. La mayor parte de mi vida. Pero también te vas a encontrar con México en mis poemas, un lugar que llevo en la memoria. Un lugar que se quedó con gran parte de lo que fui cuando crucé el Río Grande.
¿En qué proyectos estás trabajando ahora?
Actualmente estoy puliendo un nuevo manuscrito de poesía. También he comenzado una memoria. He estado traduciendo. Recientemente he traducido poemas de Héctor Carreto y René Rodríguez Soriano. Me he enamorado de la traducción, así que creo que seguiré haciéndolo y espero encontrar más poetas, específicamente aquellos que escriben en español y que estarían interesados en ser traducidos al inglés. A pesar de que está en las etapas de planificación, estoy particularmente emocionado por iniciar una editorial literaria independiente. Creo que siempre hay una necesidad de abrir espacios literarios que estén dispuestos a asumir riesgos y publicar literatura nueva e interesante.
¿Qué consejos tienes para otros escritores que comienzan?
Hemingway dijo que el primer borrador de cualquier cosa es una mierda. Creo que tiene razón. No se den por vencidos.
Bestia
Le cortó un brazo.
El brazo izquierdo.
El brazo izquierdo quedó tendido
entre las vías.
Se resbaló.
Se resbaló y el tren le cortó la pierna.
Se resbaló y el tren le cortó
la pierna derecha.
Nadie vigila el tren.
Al tren nadie lo vigila.
Solo los maleantes y la lluvia
que no quiere caer.
La lluvia tiene miedo y los maleantes
quieren sangre.
El tren siempre tiene sed.
El tren le cortó las dos piernas.
Cuatro mil kilómetros de pierna
para cruzar México.
El tren siempre tiene hambre.
Pero la sed tiene más filo.
El tren le cortó los senos
con la sed.
La sed como machete.
La sed del tren como machete
le cortó los senos.
Senos que amamantan la distancia.
Distancia como cobija.
Cobija para los muertos.
Los muertos que vienen en camino.
Para contactar a Octavio Quintanilla: Twitter: @OctQuintanilla