«En los países democráticos, el riesgo de asociación de un régimen autoritario y una conciencia étnica nacional normalmente es escaso, pero puede aumentar bruscamente
y destruir la democracia”.
Alain Tourain.
El escritor y periodista Jenaro Villamil escribió en el 2015 uno de los textos más emblemáticos que cuestionaron –hasta ahora- la trayectoria y el resultado del sexenio priista del Lic. Enrique Peña Nieto. La caída del telepresidente: De la imposición de las reformas a la indignación social, reconoce el apoyo abismal de las televisoras y diferentes medios de comunicación para el arribo del oriundo de Atlacomulco a la silla presidencial.
La vox populi se bufaba de aquel personaje político que junto con su emblemático copete, gobernaría el país por seis años. Fue el Lic. Enrique Peña Nieto el impulsor de un modelo político que ayudaría a conciliar las externalidades legislativas, de ahí el famoso y tan mal llamado “Pacto por México” que no es otra cosa más que un paquete de reformas con perspectiva neoliberalista.
Es curioso cómo en este país que, durante décadas y dictaduras permaneció en silencio y que fue cómplice de corrupción y omisión, exista una sociedad crítica y analítica de lo que podrían ser las próxima políticas públicas que tracen el destino de México. La opinión, el análisis y la crítica son elementos esenciales que caracterizan a los Estados Democráticos.
Es momento de hacer prevalecer el completo y universal derecho a la libertad de expresión, una libertad que nos permite contribuir y solucionar los principales conflictos o problemas de nuestro político, social y económico. Sin embargo, la libertad de expresión en mentes perversas y desinformadas puede destruir eso, pueden destruir la libertad. ¿La libertad de qué? De todo, incluso de asociamiento y en el peor de los casos, de pensamiento.
Es importante defender el derecho universal de los ciudadanos a decir lo que piensan o sienten, pero lo que no se puede permitir es la falsa defensa de quienes pretenden restituir el poder al pueblo. Quienes pretendan engañar al pueblo mexicano se condenarán con la historia porque será la primera vez que se culpe al pueblo de una o varias decisiones intencionalmente tomadas por el Ejecutivo.
La Consulta Popular para definir el destino del Nuevo Aeropuerto Internacional del México (NAIM) se llevó entre incongruencias, opacidad y la ineficiencia técnica y humana entre el 25 y 20 de Octubre. Con un millón 69 mil 870 votos, los resultados favorecieron la propuesta de Santa Lucia al conseguir un 69.95% de la votación total.
Entre boletas cuadriplicadas, información obsoleta y carente de los que fungieron como funcionarios de casilla y el origen del financiamiento de la consulta, una parte significativa de la sociedad mexicana festejó la caída del imperio totalitarista e impositor que impera –o imperaba- en la toma de decisiones.
Aunque hay quienes defiendan o no, la construcción del NAIM, lo cierto es que se debe poner la suficiente atención en el mecanismo utilizado para decidir el futuro del megaproyecto. ¿No es curioso que habiendo 500 diputados y 128 senadores electos de forma democrática, libre y popular, sea finalmente el pueblo mexicano quien decida el rumbo de este país? ¿No se supone que ya el Congreso de la Unión es el órgano máximo de representación? ¿No recaemos en el principio de sobrerrepresentación?
Si el pueblo, informado o no, será quien a través de consultas decida sobre el futuro de las reformas, proyectos y programas, bastaría proponerle al Ejecutivo la pronta derogación de la figura legal que constituyen los diputados y los senadores, pongamos la democracia a consulta y condenemos nuestra historia a la incertidumbre.
La toma de decisiones es una capacidad que se adopta con los años, con la experiencia y con los errores; hubo presidentes que sin consultar al pueblo mexicano pusieron a los militares en las calles; hubo quienes concesionaron megaproyectos que afectaron los entornos socio naturales, pero la diferencia de aquellos presidentes y el ahora electo, Lic. Andrés Manuel López Obrador, es que éste último puede culpar a quienes participen o no, en las futuras consultas de las futuras repercusiones.
Ser Gobierno resulta complicado, pero el Ejecutivo debe ser políticamente maduro y afrontar las polarizaciones socioeconómicas en las diferentes regiones del país. Se debe aceptar la confrontación política al interior y al exterior de los partidos y sus militantes, pero lo más importante, es que jamás se debe pone en riesgo la integridad y el futuro de nuestro país.
Hay quienes defienden de forma rotunda la construcción del NAIM y hay quienes no, y eso es fruto del ejercicio de la libertad de expresión, una libertad más que nos constituye como Estado democrático. Es necesario rechazar a quienes, haciendo uso faccioso de las marchas buscaron descalificar a nuestros hermanos migrantes, solo por no comulgar y ser como ellos.
Debemos luchar por un país justo, un país democrático sin mayorías aplastantes, un país en donde el Presidente deje de poner a consulta los proyectos: necesitamos un Gobierno que junto con la sociedad construyan el camino por el cual tengamos la oportunidad de crecer y cambiar política, económica y socialmente. Un país en donde el ConsultaPresidente no caiga por sus propias consultas.
Nota: Al cierre de este Artículo, se anuncia una próxima consulta para el Tren Maya, el Tren Transistmico y una nueva Refinería. Pregunta ¿a las cuántas consultas populares los Gobiernos caen?