Aunque Vila-Matas a veces se pone espeso, vale la pena atravesar sus espesuras para llegar a momentos como este: “Siguió un largo silencio, él parecía estar reflexionando sobre mis palabras. Cierta alarma se despertó en mí cuando noté que le temblaba el pulso al comenzar a afeitar mi patilla izquierda; no podía olvidar su recién confesada pasión por el mal”.
Me pasa con Vila-Matas algo que no sé bien si es o no extraño: me río mucho con sus textos. Bueno, creo que es extraño porque cuando luego le paso el libro a mi novia, ella no pasa de la sonrisa. Si bien es cierto que encuentra todos los momentos divertidos y me lo comenta. Aquí te reíste, me dice.
Para mí, Vila-Matas es el escritor espontáneo. Su estilo no es depurado, ni falta que le hace. No lo imagino puliendo una y otra vez sus frases, podando párrafos o buscando la musicalidad perfecta. Lo que él busca es meter al lector en su laberinto. Y conmigo lo consigue siempre.
En mi opinión, Vila-Matas engorda demasiado sus obras. A todas las que he leído, yo, si fueran mías, les quitaría una quinta parte. Sí, tanto. Por ejemplo, a Extraña forma de vida (edición de bolsillo), que tiene 140 páginas, le quitaría 28. Con 28 páginas menos, sería una pequeña obra maestra. Mientras que con todas sus páginas, al 10 (de obra maestra) he de quitarle la quinta parte que le sobra (2 puntos), con lo cual se queda con un 8 (que es la puntuación que suelo darle a las buenas obras).
Sí. Puntúo. Y sí, algunos libros sacan 10. Un libro de 10 es un placer para el intelecto. Para el alma. Un libro de 8 también, sobre todo si es de Vila-Matas. A mí me gustaría que este autor leyese esta crítica y la criticase. Pero, sobre todo, me gustaría que leyese esta crítica y se riese (como yo me río con sus novelas).
Como escritor, he aprendido de Vila-Matas que la espontaneidad es indispensable. Me encanta leerle porque sus textos no contienen corsés de ningún tipo. Me divierto con sus ocurrencias, con los pensamientos de sus personajes. Con otros escritores no suelo reírme. Pensándolo mejor, con otros escritores no me río nunca. Por lo menos últimamente.
También como lector he aprendido cosas de Vila-Matas. Lo primero, que la vida puede ser sencilla, agradable, casi apacible. Lo segundo, que es uno mismo quien se busca las complicaciones. Lo tercero, que una vida sin complicaciones puede ser muy aburrida.
Con Vila-Matas, lo ideal es dejarse llevar. Si te resistes, no funciona. Tienes que entrar en su mundo. Tienes que meterte en la piel del personaje correspondiente. Tienes que leer como él escribe. Tienes que convertirte en espía de ti mismo.
“Viendo que el camarero cornudo, esta vez desde lejos, volvía a espiarme, le hice una señal enérgica para que viniera hasta mi mesa, y una vez ante ella le pedí, con tono ligeramente malhumorado, un zumo de tomate y una tapa de calamares”, nos cuenta el protagonista de Extraña forma de vida, y nos lo cuenta con una convicción que a mí me desarma.
Vila-Matas ha vuelto a cautivarme.
Con 28 páginas menos hubiera babeado.
A ver si un día coincidimos y hablamos de ello.