El rinoceronte de Durero
Un acto cae al pie del tronco:
ha muerto el fruto y
nadie recordará
entre las hebras rotas del olor a podredumbre
el celo en la esencia de la flor.
Un aroma llega para que exista el aire
por primera vez en el olfato y
guardo un minuto de silencio
al escribir:
el filoso destello de su cuerno
otro acto
fruto
o flor ha muerto
al dar contra la punta.
Hay un conjuro en las cosas que se pudren
porque ahí todo comienza y nos toca
decir para el olfato
qué minerales entrarán en la semilla.
[En este momento termina la quiescencia
del escarabajo.]
*
El sabor es el del agua
si pones sobre estas palabras tu lengua.
Aquí están
la orilla y el oleaje
reticente.
Piensa que la hoja de un lirio
está rota
y
afuera va el escarabajo:
el rinoceronte existe.
*
Puesto el espacio en el oído
ocurre el animal
: y escribo
con todo el peso
de palabras que saben delinear lo que refieren:
patas que dejan inclinada la yerba
: y escucho blandos esos verdes rumores.
El destino de los cuatro tréboles de un paso
es dejar trazos de tizne
más que por el fuego
por la altura
en la música de las crepitaciones.
*
El escarabajo camina
hasta ser visto
por la luz.
Su sombra
al proyectarse
avanza
y es otro animal
lo que acontece
al cruzar por el ojo de Durero
: aparecen su forma y la armadura.
Ocurre enorme y gris en el extenso paisaje
de la espalda
exuberancias que alumbran
el camino y el cuerpo
a los que van por dentro:
son ellos el territorio
que habitará la sombra.
Nombran como conjuran:
su palabra camina
al encenderse.
Yo sólo puedo escribir
obedeciendo:
fósforo pabilo lámpara.
Y en las imágenes ocurre la repetición:
los trazos de ceniza y de sangre
que acontecieran
una vez
en Altamira.
*
La sensación ilumina el mundo
le da forma y algo en el recuerdo crece
cuando toco lo que pasa.
El cuerpo es mi lámpara.
Proyecta
la sombra y la metamorfosis de caricias
que derivan en columnas
: altas civilizaciones de gemidos
: legados de luz y epifanías.
Porque hay magia me adentro en la caverna
y cuento con las yemas de tus dedos las piedras
que fundarán Sodoma:
el emblema a la entrada
será un escarabajo que al atardecer
proyectará un rinoceronte.
Semblanza:
Gustavo Iñiguez (Valle de Guadalupe, Jalisco, 1984). Es licenciado en Turismo por la Universidad de Guadalajara. Textos de su autoría han aparecido en diversas publicaciones periódicas. Dirigió la revista literaria Quiescencia y es autor de la columna crítica Muérdago, en el suplemento terraplén.bajopalabra.com.mx. Consejero editorial de Mantis editores. Autor del cuaderno de poesía Dromedario (2008). En 2013, con el apoyo del CECA Jalisco, publicó el libro de poemas Espantapáramos. Becario del PECDA en 2015. Junto a Luis Armenta Malpica es compilador de Equinoccio. 50 poemas ecuatorianos del siglo XX (Mantis editores, México, 2015). Una parte de su libro Vocación animal (Mantis editores y Secretaría de Cultura de Jalisco, 2016) está traducido al alemán para su publicación bilingüe en una muestra de poesía mexicana reciente (traducción de Rike Bolte). Ganador del Apoyo a Proyectos de Coinversión del Fonca (2016-2017) por el proyecto “Una panorámica en proceso de la poesía latinoamericana”.