David y su familia llegaron hace unos tres meses a su nueva vida.
21 años, casado y padre de dos hermosas gemelas de tres años, logró rentar una casa barata en la colonia adyacente a la empresa donde trabaja como obrero, así que cada día, sin mayor problema, va y vuelve caminando. Dice que hasta le sirve de ejercicio.
Descansa los miércoles y los domingos. No aporta mayores datos sobre sus actividades en la refresquera, para él no son tan interesantes como otras facetas de su día a día y prefiere hablar de las travesuras de las pequeñas, quienes poco a poco se han hecho de la simpatía vecinal. Cuenta incluso al amargado de la casa al frente, el que no le habla a nadie y a veces ni devuelve el saludo a los otros en la calle, les sonríe y les hace gestos y caras desde la acera y las niñas se divierten con ello.
David está sentado en una de las enormes piedras enclavadas en la entrada y las muletas descansan a su costado. No fuma, no toma alcohol y su único y mayor vicio es su vieja consola. No ha tenido oportunidad de comprar un modelo más reciente, dice, porque las prioridades ahora son otras. Tiene unos cuantos juegos y apenas se aburre de uno va al tianguis de los domingos y los cambia en los usados. A veces da 10 o 15 pesos de diferencia.
Con Mariana, su pareja, están decididos a hacerse de una casa propia. Dice que le faltan unos cuantos meses para poder tener el crédito suficiente y desean irse a vivir a Veracruz, a una zona aledaña a Costa Esmeralda, “porque hay buen jale, las casas están baratas y está cerca de un lugar donde llegan turistas, así que podemos montar una cocinita económica y yo hacer barbacoa o ximbó”.
Uno de sus tíos le enseñó a preparar estos platillos típicos de la gastronomía hidalguense. En ambos casos se usa el mismo horno y la única diferencia en el segundo es que en lugar de borrego son pollos rellenos de cuerito y nopales, adobados, “riquísimos, un día voy a hacer acá para vender y te hablo para que vengas y los pruebes, me quedan de lujo”.
El problema, dice sobre sus planes para el mediano plazo, es que allá quién sabe si encuentre pencas de maguey, pero su tío le dijo que hay quienes lo sustituyen por hojas de plátano y no sabe mal…
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Es época de elecciones. Los últimos tres domingos vinieron dos candidatas y un candidato y organizaron algo que ellos llaman “encuentros vecinales”, pero la verdad es que algunos acá trabajan en los partidos y son los que organizan las reuniones. Las han hecho en las canchas y en la entrada de la colonia, a media calle, justo cuando la gente “baja” al tianguis a comprar su recaudo o la despensa para la semana.
Algunos van a vender. Han sabido aprovechar internet, saldos y hasta a familiares que trabajan en las fábricas cercanas. Como la señora Marta, cuyo primo vende papel higiénico y enjuagues o cosas para el cabello, dice que trabaja en una fábrica en Ecatepec y viene cada 15 o 20 días porque se lleva a sus chavos al balneario y de regreso pasan a saludar o comer con ella. Entonces le trae un montón de producto y se lo deja casi a la mitad del precio en que él los consigue, porque como está en la distribuidora le salen más baratos.
Vive sola con sus dos hijos, un varón de 10 años y una menor de cuatro. Ella no quería decir su nombre porque le da pena, dice, pero alguien la saludó mientras charlaba y detallaba todas las cosas que vende y hace.
El domingo es su día más ajetreado. Debe llevar sus productos a los tianguistas entre 8 y 9 de la mañana. Luego se va a cumplir una jornada laboral en una taquería habilitada en un carrito en el tianguis y alrededor de las 4 regresa a casa. Su mamá cuida a la pequeña y al diablillo de su hermano. Después, cerca de las 7 de la noche, camina unas 15 cuadras para ayudar en un puesto de hamburguesas que se pone cerca de las talachas, pero solo trabaja ahí los jueves, viernes, sábados y domingos, “son 200 o 300 pesitos que nadie me regala”.
El punto es que a Marta no le interesa la política y todos los candidatos le “caen gordos”. No sabe si va a votar el domingo, porque es más importante su trabajo y su familia, pero sabe que es una obligación y no sabe por quién votar. Dice que la llevaron con engaños a la junta del domingo pasado con una señora que quiere ser diputada “y se la pasó diciendo que los programas sociales que nos habían quitado, y que no hay medicinas y que ella va a hacer quién sabe cuántas cosas y un montón de chismes (…) no más estuve un ratito y me fui bien enojada. ¡Qué ganas de quitarle el tiempo a uno!”.
Durante la junta, varias personas le dijeron a la candidata que en la colonia hacían falta policías o que las patrullas hicieran rondines todos los días porque ha habido un montón de robos y en el Ayuntamiento no les hacen caso. Ella no supo qué responder, dijo que lo hablaría con el presidente municipal de Mineral de la Reforma “porque es su amigo y él es muy cercano al gobernador…”.
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Alrededor de las 5 de la mañana logró ver unas sombras en la barda trasera de la casa. Eran dos personas y estaban intentando meterse. Él acababa de despertar.
David tomó un bate de béisbol y salió de la recámara a hacerles frente. Estaban chavos, dice, incluso cree haber reconocido a uno que vive precisamente en la calle de atrás. Hay varias casas abandonadas y seguramente pensaron que la suya estaba en las mismas condiciones.
Mariana se fue a encerrar a la habitación de las niñas y marcó el número de emergencias en su celular, pidió ayuda mientras en el patio trasero se escuchaban golpes a la pared. Solo veía sombras a través de la cortina y las niñas dormían plácidamente sin percatarse de la situación.
La patrulla llegó a las 6 de la mañana y los policías hicieron todo tipo de preguntas pero no indagaron más allá. Algunos salieron de sus casas para averiguar qué había sucedido y otros se acercaron a tratar de ayudar.
En el afán por proteger a su familia David resbaló de la lavadora que había acercado a la barda para tratar de alcanzar y golpear al par de sujetos, pero no lo consiguió. En un movimiento resbaló y cayó al cemento, también el electrodoméstico, solo que fue en sus piernas y el mayor peso en uno de sus tobillos.
Luego de esa experiencia y ante la falta de respuesta de las autoridades, se decidió a hacer algo. Lleva ya dos días que, al regresar a casa y comer algo, se sale en muletas y toca a la casa de los vecinos, les comenta lo sucedido, les habla de la importancia de cuidarse entre todos y pide su apoyo para vigilar entre todos todas las casas y personas de la calle en que habitan.
Ha creado un grupo en el whatsapp, todo el vecindario ha aceptado unirse y ya están planeando colocar unas tres o cuatro cámaras de vigilancia. Están decididos a no ser parte de la estadística criminal inexistente para las autoridades y muy presente para las personas como él, que trabajan arduo para que sus respectivas familias vivan mucho mejor.
Alguien incluso sugirió enviar una carta a la presidencia municipal o que una representación vecinal fuera directamente a hablar con los funcionarios, pero la idea fue rechazada porque no les hacen caso.
“Algo sí te digo: donde agarremos a uno, le vamos a poner una chinga y lo vamos a dejar medio muerto a ver si aprenden. ¿La policía?, ¿esos weyes qué?, ni hacen nada, están igual que los pinches candidatos, puras promesas y a la hora de la hora ni quién se acuerde de uno…”.
Twitter: @aldoalejandro