Este es mi tercer Medrano. Los he terminado los tres. Sin saltarme ni una coma. Solo termino uno de cada veinte (libros que empiezo). Muchos los dejo en la tercera página. Si no tienen estilo, no me interesan. Lo que a mí me interesa es el cómo. Cuéntame lo que quieras, pero cuéntamelo como nunca me lo han contado. Dame:
Musicalidad. Intensidad. Originalidad.
Poesía (encubierta). Ironía (delicada). Armonía (fresca).
Sensibilidad. Magia. Estética. Pausas. Un momento sin promesas.
Hazme reflexionar, llorar, sonreír (por dentro [por fuera {y por los lados}]).
«Esa suciedad visual que produce el exceso de gente».
«Y la noche, una noche disfrazada de reluciente capa española, nuevamente tendré que ponérmela sobre los hombros, y seguir así, tan quieto, resistiendo».
«Tengo frío y sé que está a punto de ponerse a llover. Tengo frío y las nubes me miran con cara de querer mojarme».
«Quiero hacerme un sombrero con tu sonrisa / ay Camille».
«La tarde era un desfile frío de muchachas apretadas».
«Si algún día, Camille, te veo con ropa apretada, dejaré de hablarte».
«Camille y yo éramos una pareja de tres. Hay parejas de dos, de uno, de ninguno y de cinco. Camille y yo éramos una pareja de tres: ella, yo y la locura».
«La pareja de tres que éramos, Camille y yo, era un trío de absolutos en el que todos los elementos a participar vivían un festín profundamente lúdico e interno. La locura no se acababa. Ella no se acababa. Yo no me acababa. Aquí nada se acababa, ni se repetía, todo era innovar, crear estilo, cultivar risas y fabricar besos detenidamente, sin prisas, besos con los que podrían vestirse todos los mendigos del planeta, y no pasar frío ninguno, besos como estufas (ay, qué calorcito) o fósforos de cerillas (ay, qué picantón) muy cerca de la boca (ay, qué sabor)».
«Dos seres hay veces que se unen tanto, de tal forma, que dan lugar a un tercero, que es el ser que ellos dos han pasado a ser».
«Hay veces que buscamos cosas que no existen. Sobre todo cuando estamos muy enamorados».
«Hay espejos cuya belleza estriba en lo que no son antes de romperse».
«La entrepierna de Camille (tan efímera) es un señor feudal (tan tosco)».
«Nunca hablábamos de excesos. Sencillamente los cometíamos».
«Enamorarse forma parte del vacío, del vaciarse, de ir perdiendo aliento, vida, oxígeno, detrás de algo o alguien».
«Quiero dedicarte mi existencia de forma pormenorizada».
«Al llegar a mi casa está lloviendo por todas las habitaciones. Fuera la noche es despejada, fluida, veraniega. Dentro llueve a mares, acorralando la vida de un hombre sin paraguas ni grandes explicaciones, sin cordón umbilical y sin demasiados asideros».
«Quiero tener una hija con ella. Una primogénita que se llame Mara: cabellos rubios, ojos geométricos, manos de escultora parisina, pies de gato».
El clítoris de Camille es poesía escatológica, el sueño-pesadilla que todos vivimos (aunque algunos no quieran enterarse), un agujero por donde mirar todo lo nuestro, lo sublime y lo ruin, trescientas y pico páginas que te abren de arriba abajo, ay, Camille, ¿cuándo reiremos juntos?