Texto y foto por A. André Sanfár
La poeta no sólo agradece uno de los mayores premios de la literatura en lengua romances, sino la generosidad de México que recibió en su exilio.
Como cada año, antes de la inauguración de la FIL, el primer día de este encuentro de escritores y escritoras, periodistas, científicos, lectoras y lectores, entre muchos otros profesionales y aficionados a las historias que recibe cerca de 800 mil visitantes cada noviembre, Ida Vitale recibió el premio FIL de Literatura en Lengua Romances por su “fuerza poética en el ámbito de la lengua española, lúcida y atenta en el acontecer humano en la palabra y a partir de ella, su depurada voz poética, apegada al mundo natural, a las expresiones artísticas y al transcurrir del tiempo vivido; sabe renovar la tradición y afirmar su decencia en la modernidad…” entre otras razones, según palabras de Efraín Kristal, jurado del premio, junto a Valerie Miles, Elena Stancanelli, Luz Elena de Gutiérrez de Velasco Romo, Carmen Musat, y Héctor Abad Faciolince, quienes de manera unánime, eligieron de los candidatos como ganadora a la poeta uruguaya, quien destaca por sus obras como La luz de esta memoria, Procura de lo imposible, Léxico de afinidades, Sueños de la constancia y Cada uno en su noche.
Inició su discurso improvisado compartiendo su experiencia reciente en Madrid, cuando se encontraba con la Reina en una ceremonia, “Y en un momento, cometí una barbaridad, y le dije a la Reina Madre: ‘He roto el protocolo’, ella me dijo: ‘Los protocolos están hechos para ser rotos’. Así me justificó todos mis errores futuros”.
Después, comenzó a leer un borrador escrito a mano, para continuar con su agradecimiento a México por la apertura de recibir a los exiliados, y sus compatriotas escritores como lo fue Octavio Paz, quien le permitió ser parte del consejo asesor de la revista Vuelta y del grupo fundador Unomásuno, durante el exilio de su patria por la dictadura militar desde 1974 hasta 10 años más tarde. “Es más, la mayor felicidad que un exiliado puede obtener es el de ser integrado como alguien más que puede formar parte de una cultura, de un modo de vida, de una felicidad compartida, naturalmente”.
También agradeció el haberle permitido trabajar en el Fondo de Cultura Económica en su recién llegada a México, además de que eran los libros que cuando era estudiante, leía, porque era lo que llegaba al Uruguay: “Las ofertas de la generosidad son siempre infinitas, diferentes e inolvidables, desde la más necesaria, que es el tener un modo de vivir durante años, y otra, no menos, un poco distinta y quizá más importante, que es dar la oportunidad de que el que llegue, haga lo que debe hacer, lo que puede hacer de la mejor manera posible. Es decir, yo quería leer, yo quería escribir, y esas oportunidades México me las dio generosamente”.