Y no olvidaremos porque «una sociedad que olvida es una sociedad enferma». Una sociedad con demencia senil. En la contracubierta se analiza brevemente el contenido del libro y se da sentido al título.
Jose Ignacio Eguizábal escribió este diario en 2011. Quería escribir sobre el nacionalismo, sobre el terrorismo, y sus escritos coincidieron con la «demencia brutal tipo Alzheimer» de su madre.
La obra es personal, directa, sincera. El nacionalismo pierde todo sentido cuando lo enfrentamos al humanismo. El terrorismo deviene surrealista cuando pensamos en la fragilidad humana.
«El nacionalismo pudre aquello de lo que se apropia. Y en esa exclusiva apropiación podría consistir su fundamento. Lo primero la lengua, que es de todos y a la vez de nadie, es desposeída de lo comunicativo, de lo social comunitario para transformarse en posesión exclusiva de la tribu, signo primero de identificación y distinción. El nacionalista se siente dueño exclusivo de su lengua y solo puede tener una. La otra será del invasor o del paria. Antes o después debe desaparecer».
La narración es enérgica, incisiva, profunda. El cóctel nacionalismo-Alzheimer-terrorismo deja al descubierto una triste verdad contra la que hay que luchar. Contra la que hay que luchar sin violencia.
«El nacionalismo, a fin de cuentas, es sentimiento e imaginación. Un horno. Sirve de poco el hielo del razonamiento, la templada fibra moral. Así que cuando tratamos de “identidades” entramos en un terreno peligroso. Emocional. O mejor, visceral. Como decía mi antes admirado Rubert de Ventós, tribal y tripal».
Sirva este libro para que recordemos a las 828 personas asesinadas por ETA. Y a los 13.000 heridos. Sirva este libro para que recordemos lo que somos. Simples mortales. Nada más que eso. Sirva este libro para rescatar la perdida humidad.
«Llamo a casa. Mi padre, que no acaba de resignarse, me dice que mi madre sigue igual. Que no dice nada. Me la pone al teléfono. Le digo quién soy y que qué tal está. Y, no sé, no puedo asegurarlo pero creo que muy bajito me dice que “bien”».
Jose Ignacio Eguizábal ha escrito un libro valioso. La prosa, a veces, es brillante, aun siendo ensayo. La crudeza del terrorismo se incrementa al rozarse con esa enfermedad —con ese trágico final— que a todos nos espera.
Y no olvidaremos es un libro valiente.
Un libro que se posiciona.
Desde la razón.