“Persons Are Turned against Themselves”.
J. Jeffrey Means
Siempre ha existido una fascinación por comprender y analizar los cultos. Una pregunta prevalece ¿cómo es que la gente termina dentro de estos grupos? Los líderes
de culto tienen en común la supuesta empatía y comprensión con la que atraen a jóvenes vulnerables, por lo que no es raro ver distintos acercamientos cinematográficos, como el del director Sean Durkin que aborda el tema desde la paranoia de una de las jóvenes víctimas en su película Martha Marcy May Marlene (2011).
La cinta se habla sobre el estrés postraumático desde el punto de Martha, una joven que acaba de escapar de un culto y busca refugio con su distante hermana y su esposo, sin poder dejar atrás los traumas que ha vivido.
La paranoia se convierte en el elemento principal que envuelve las actuaciones y los diálogos. Existe un pasado oscuro para estas hermanas que orilla a una de ellas a escapar e ingresar a un culto en el que busca sentirse especial y útil, y aunque jamás conocemos del todo esta historia no es difícil relacionarse con los personajes y su mutuo extrañamiento.
Tampoco es complicado entender la necesidad de Martha por sentirse única y cómo este sentimiento la deja vulnerable ante un líder carismático y a la vez intimidante. El personaje se ve inmerso en las contradicciones del culto y a pesar de su escape, no logra huir mental ni espiritualmente.
Los diálogos cortos, las conversaciones superficiales y, especialmente, los silencios hacen que la película lleve un ritmo que algunos pueden considerar lento, pero en realidad la sensación de peligro nunca se va y la tensión siempre se mantiene. Se trata de un guión equilibrado en su ambivalencia y que funciona para los temas que el director quiere abordar.
La fotografía es limpia y da la sensación de que el peligro está en todas partes, aún en un día soleado y tranquilo; no hay necesidad de grises o sepias para que el espectador perciba la caída mental y emocional del personaje principal.
Como otras películas con carácter íntimo, Martha Marcy May Marlene depende enteramente de los secretos que no se descubren, la ira a punto de estallar, el miedo palpable pero inexpresable y la sensación de estar vagando entre un sueño y una horrible realidad. Definitivamente es un riesgo seguir a un personaje del que no sabemos nada y del que no podemos conocer nada; Martha es una protagonista silenciosa y ajena, aunque se mantiene vulnerable todo el tiempo, es difícil considerarla débil o adivinar los límites reales de su fortaleza mental y física.
La mayor aportación de esta película se revela en el título, que sirve como guía de lo sucedido a Martha. ¿Cuál es la importancia de un nombre? Se nos asigna una etiqueta al momento de nacer que puede ser resultado de una tradición o un apego emocional fuerte y no entendemos que ese nombre nos revela ante el mundo.
Algunas personas cambian su nombre o prefieren llevar en alto algún apodo que consideran más cercano a su personalidad, pero el primer nombre sigue ahí, como la cicatriz de una quemadura que recuerda el ardor para siempre.
La protagonista está perdida en todos los sentidos, no tiene dirección, futuro o personalidad, pues su tiempo en el culto la ha transformado. Lo que vemos en pantalla es el cadáver andante de una chica cuyo rompecabezas no podremos completar y los nombres son la clave de su quiebre.
Martha es su nombre de nacimiento, es la forma en que su hermana trata de llamarla, entenderla y regañarla, pero todas esas intenciones se van porque ella ya es otra. Marcy May es el nombre del renacimiento, asignado por el líder del culto en un momento definitivo para atraparla, pues la convence de que su nombre no la define ni expresa lo que ella en verdad es, incluyendo las posibilidades de su nueva vida.
Finalmente, Marlene es un nombre colectivo que el culto utiliza cuando reciben llamadas telefónicas del “exterior”, una forma de protección contra los invasores que además funciona como ejemplo de la mimetización final, momento en que una persona es parte de un todo, sin vuelta atrás.
No podemos entender a Martha, no podemos conocerla, no podemos protegerla ni dejar de sospechar de ella; su paranoia es lo único que llega al espectador frustrado que sólo puede preguntarse: ¿Con cuántos yo debes pelear para encontrarte?