Sales de Tijuana a las 8 a.m. Tomas la panel o el autobús del tour. Quizás vas el carro de tu amiga. Está nublado, pero todos llevan sombrero porque es imperativo usarlo cuando salga el sol a mediodía (y si no sale, al menos se verá bien en fotos). Llegan a la caseta de Playas de Rosarito, bajan al baño y a comprar electrolitos en el 7-11 (serán el arma especial que les salve más tarde). Inician las dos horas de viaje (hora y media si no hay tráfico en la escénica y manejan rápido). Diferentes conversaciones. Se pasan uno que otro snack. Llegan a la caseta de Ensenada. En otros tiempos, quizás tomarían el camino por La Misión, pero ahora la carretera está más precaria y la inseguridad aumentada. Llegan a “Valle”. Quizás a desayunar. Aunque en tour, seguramente significa la primera parada en alguno de los viñedos.
De aquí no importa la combinación, todas incluyen vino: Tour por la cava. Degustación. Comprar recuerdos. Comida en uno de los restaurantes. Rifa de una botella. Otra degustación. Compartir una tabla de carnes frías y queso. Tomarse muchas fotos: en las alas pintadas, en el letrero de “bienvenido a valle”, en medio del viñedo, desde la terraza de la vinícola, al lado de las plantas nativas, en el espejo de cuerpo completo del baño, selfies en el camino…
Años atrás, aquí concluirías la aventura, quizás haciendo una última parada en el malecón de Ensenada, o si son muy valientes, yendo hasta la Bufadora (donde, además del espectáculo de los bufos aleatorios del mar, te atiborrarás de souvenirs y una que otra bebida), para salir de Valle a las 7-8 de la noche, unos cansados y durmiendo, otros despiertos y muy ebrios. Ahora hay un mundo de posibilidades, luego de que los bares comenzarán a posicionarse en la zona y volverse los nuevos must del party. Lo que significa iniciar el paseo en la tarde, anticipando la llegada de la noche y el posible regreso en un carro asignado, o reservar un Airbnb para amanecerte y entonces sí desayunar al día siguiente.
La producción del vino bajacaliforniano es reconocida a nivel internacional. Pero lo que más ha cobrado fama y redituado a inversionistas es la promoción de Valle de Guadalupe como sitio turístico que genera opiniones arbitrarias entre locales, desde quienes consideran que es una experiencia muy cara para lo poco que es, o que en realidad tantas vinícolas, hoteles y restaurantes sólo contribuyen a la escasez de agua, hasta quienes piensan que el área se ajusta al presupuesto e itinerario de cada quien, al punto de que muchas personas organizan su boda en tal región o están dispuestos a ir al concierto de su artista favorito (ambas opciones muy populares en los últimos años). Pero sin importar la opinión, sin duda visitar Valle de Guadalupe es algo que no se olvida.