Veo mi ventana al mundo y solo veo violencia, al parecer existe más maldad en la tierra o tal vez es la misma solo que ahora soy consciente de ella. El amor ha muerto y la locura reina sobre la sociedad. Los jóvenes acabados en cada esquina, niños abandonados a precio de placer, sobreviviendo sin sonrisas y sin futuro, es una vida al vacío.
Me siento en mi cama y me pregunto dónde quedo la justicia, dónde queda el juicio y la razón, porque callamos y nos olvidamos al ir a trabajar, como es posible vivir así, cómo permitimos tanto dolor. Solo agarramos nuestra ropa y nos olvidamos de lo que nos rodea, los otros se vuelven extraños y las angustias de otras en experiencias lejanas.
Me acuesto en el borde mi cama; el vacío me mira desde la esquina de mi habitación: ¿por qué me mira?, ¿qué tiene contra mí? No sé qué es, no tiene ojos y no tiene oídos, simplemente es vacío. Es el aire que se sostiene, una resignificación de la ausencia, aquello que siempre está ahí pero nos olvidamos de él. Es el abismo que me dice que me espera, está conmigo y fuera de mí. Está en la esquina cada vez que camino, cuando veo el amanecer y cierro mis ojos al atardecer. Respirando dentro de mí, su aliento que apesta a soledad, va y viene de forma pausada.
El vacío me recuerda los abrazos perdidos, las caricias olvidadas, las promesas al futuro. Todo se pierde en sus fauces, pero somos bastante dependientes del engaño. Y nos drogamos de esperanza y un romanticismo hacia el porvenir.
El vacío se llama tiempo y el tiempo nos llama al vacío, las manecillas se llevan hasta lo inolvidable. En el caos primordial del pensamiento, el vacío y la nada prosperan juntos. Bailando un tango romántico y sensual, donde nos guían al abismo de la inexistencia, al génesis del olvido.
Somos esclavos del vacío, de su cielo que no nos corona, de su destino inexorable, de esa estaca a nuestro corazón. ¿Cómo nos podemos olvidar de ese vacío todos los días? ¿Cómo podemos vivir así? Nos olvidamos de el para vivir, como un tipo de religión que nos permite ir al trabajo y hacer lo que tengamos que hacer, nos despedimos del vacío, del dolor, de la angustia y mejor abrazamos la ignorancia, el no-saber del saber, tocamos la incumbencia y la inconsciencia, nos las embarramos en la piel y que tape nuestros poros. Al parecer el no vivir es la única manera de vivir.
El vacío no tiene nada más que a nosotros mismos, nunca se llena de nuestra vida, el vacío engulle todo lo bueno. El vacío nos recuerda que el mundo no tiene control ni dios, que solo somos seres dibujados al azar, el vacío nos aprisiona. El vacío es el seol de nuestras esperanzas y de nuestra fe, somos hijos del vacío y el vacío ha salido de nosotros. Una perfecta simbiosis de destrucción y agonizante olvido.
Voy cerrando mis ojos, no quiero dormir, todo este día caerá al olvido y los tentáculos de la vacuidad lo estarán devorando poco a poco, caerá como aquella bíblica torre de babel. Caerá los ladrillos con los minutos pasados, la fugacidad de la alegría se desvanece tal como la neblina con el sol. El sueño me venció, solo me queda visitar este negro vacío.