¿oyes?
¿no oyes cómo ladran el patriarcado
y el mercado
y todo lo que termine en censura?
¿Quién le teme a la diferencia?
“Rostro cuir”, César Cañedo
Tú me juzgas por ser millenial, por haber nacido avanzados los 80 y llevar la generación de la “Y” a cuestas. Dices millenial y con ello viene una carga de adjetivos negativos; pero no te culpo, yo misma empleo la palabra con desgano. Dices que no sé hacer más que vivir de selfies y redes sociales, que yo como todos los de mi tiempo nacimos esclavos al celular y con el internet como respuesta para todo.
Que los “X” sí se preocupan por el entorno y que los de mis tiempos sólo llegaron a entorpecer sus ideales. Dices que crecer en el dos mil me atrofió el panorama, que soy egoísta, falso idealista, no pienso a futuro y soy por mucho un contaminante nato.
Dices que tengo obsesión por las campañas de firmas en línea y que cuando es momento de actuar tan sólo me cruzo de brazos. Opinas que creo salvar al mundo con un like, que no conozco la diferencia entre realidad y la propia ficción que yo mismo me invento, que la música que idolatro es un asco y no sé lo que fue vivir la juventud de los ochentas.
Que toda mi percepción del mundo está distorsionada, que ya no soy capaz ni de prestar atención a algo sin que se fugue mi cerebro. Que no conozco la concentración y por eso no puedo llegar a ser productivo, pierdo empleos como perder cabellos a cada baño, que no sé de compromisos, peor aún: no me interesan los compromisos.
Que mis hashtags sólo son adorno, que me creo todo lo que veo publicado y soy cada vez más inútil; sin la capacidad incluso de comparar información en medios seguros.
Que las modas me pasan rápido, que no brindo la importancia necesaria a las cosas, que mis relaciones son fugaces como lo es mi profesión, mi estabilidad, mi aporte al país…
Dices que M. se disuelve por mi culpa, pues debería prestar atención a plantearme más revoluciones que las que armo cuando el Starbucks equivoca mi nombre en el vaso. Me dices hipster, absurdo, flojo, falso, intolerante, incluso me dices nazi al acompañar mis ideales, como <<feminazi>>.
Y sin embargo, me acusas de mis quejas, quieres que mejor calle, que mejor me quede en mi casa porque antes de ayudar estorbo; que estás cansado de mis estados en Facebook, de mis ediciones en Instagram, de mis Tweets cada medio minuto y de mi ausencia en la manifestación a la que di “asistir” que compartí en mi perfil.
Me acusas por ser millenial, pero olvidas que nacimos en M., país cuyo avance tecnológico no se logró sentir hasta hace pocos años, donde acceder a una computadora-tablet-celular-señal de internet no siempre es ni ha sido sencillo, que mi generación creció en medio de crisis y son en realidad muy pocos los estados que aún hoy compiten con otros países.
Dices millenial y olvidas que somos de M., que las categorías internacionales están muy por encima de nuestro realismo mágico. Me acusas a mí porque es más sencillo creer que si yo aportara más de lo que hago, seguramente ya habríamos mejorado nuestra situación política y económica, crees que la educación iría en incremento y que sin mí el país avanzaría a la par.
No olvides que estamos así porque tú también lo permitiste.
No entiendes que quizá, si las tres generaciones de la X a la Z trabajáramos de la mano, nuestras diferencias serían el complemento ideal para una sociedad más equilibrada. Pero prefieres juzgarme y acusarme hasta la muerte de la falta de acción que crees me caracteriza; olvidas incluso que en su momento, tus iguales fueron inculpados de poca valía y aporte comparados con las generaciones anteriores.
Hola, mi nombre es Tú y soy millenial, lo confieso. Pero sí creo estar cambiando mi pequeño mundo. ¿Lo haces tú?