Acaso cuando no se tienen más palabras o cuando se grita hacia todas partes y no se es escuchado, ha de dedicarse tiempo no al silencio precisamente pero sí al análisis detallado del mundo, del dolor presente.
Lamentablemente a México se le ha dejado desnudo y sangrante, expuesto al mundo en su ignominia, muerto en tumbas clandestinas, vejado cínicamente y harto hasta el cansancio.
Lamentablemente, este país está lleno de rabia en su odio a los gasolinazos, a las desapariciones, a la muerte, a tanta violencia, a rebeliones frustradas pero no se ve a sí mismo organizado, con una ira al aire hacia ningún lado.
México está en las calles, es cierto, encendido como una flama esporádica, repentina insumisión hacia ninguna parte y con una esperanza hacia próximas elecciones donde inclusive el gran candidato calificado como antisistémico de Andrés Manuel López Obrador es absorbido por las grandes televisoras del país y su figura ya no es rechazada por el Poder y de a poco es moldeado a su gusto.
Pero México está cansado de casi un siglo de priísmo, de promesas rotas en el panismo, de narcotráfico, lleno México de incertidumbre ante la no tan convincente figura de las izquierdas institucionales del líder de Morena.
Sin embargo, México que trabaja desde las cuatro de la mañana en el mercado o que reparte periódicos mientras todos duermen, México esposa paciente o asalariado con deudas y estrés por doquier no pidió este baño de sangre nacional, esta pobreza innecesaria y tampoco está dispuesto a una sola mentira más.
México asfixiado y con los dientes de fuera, defendiéndose a arañazos del gran monstruo presidencial sin siquiera rasguñarlo, escupiéndole sin alcanzarlo, gritándole desde una mudez permanente, pacífico porque si no, habrá verdaderos problemas con quienes detentan la autoridad.
Indígena México y burlándose de sí mismo desde hace bastante tiempo, preciosidad de artesanía y nada más, molesto en su lloriqueo, corruptor de agentes de tránsito y escandalizado con los grandes sobornos del Poder, México ese máximo despreciador de su propio origen y entregado en cada punto del territorio nacional a las grandes corporaciones internacionales.
Ojalá no olvidemos caminar juntos otra vez como México aún después de la tempestad, que no vendamos nuestra alma al Diablo cuando la victoria esté tan cerca, que el Cielo prometido sea nuestra propia promesa y aquí en la tierra y que ninguna actitud mesiánica, autoritaria o de falsa oposición venga a vendernos humo que no será.
Triste e iracundo México, también me estás doliendo bastante.