Como he reconocido en otras entregas, los avances tecnológicos y este servidor tenemos severas e infranqueables diferencias, pero a propuesta de quien escribe llegamos a un acuerdo: ni angustia ni desesperanza de mi parte a cambio de ni obligaciones ni credibilidad absoluta de la suya. Así llevamos la relación en santa paz.
Ni me agobio pensando en qué hacer en ese inexplicable entramado conocido como “redes sociales” ni me obligan a compartir situaciones personales. Es suficiente una foto cada cuanto para confirmar mi existencia, un buen de “likes” para evidenciar mi disposición a “socializar” y un buen de fotografías y música compartidas (vampirismo, goth, dark, erotismo, naturaleza, Broncos y demás), para hacer las delicias de unos y el asombro de otros. Esas son mis muy particulares intervenciones en la red de redes.
¿Opiniones? ¡Claro! Siempre comparto esta colaboración en todos los perfiles que tengo en diversas plataformas (una disculpa, ignoro si la expresión es correcta), así como también mi otra creación, algo que llamé hace años “Sesiones de ti” y que por el momento se publica en www.igualdades.com
Las otras cosas, lo que pienso a propósito de algunos temas o situaciones, prefiero compartirlas en persona con quienes realmente se interesan en conocer mi sentir, los por qué y sus respectivos argumentos y, le aseguro, no son más de 15 personas.
Ya sé. Soy de la vieja escuela, pero eso no quiere decir que desestime la importancia de ese nuevo mundo; esté o no de acuerdo con lo que ahí sucede, entiendo perfecto el papel asumido por esta novedosa e incierta forma de comunicación.
Por ejemplo, me he encontrado con decenas de publicaciones alusivas a presuntos ladrones, secuestradores, defraudadores y demás, todas lanzando advertencias y encendiendo “focos rojos” ante el supuesto ilícito actuar de algún o algunos personajes. Sí, igual y si las publican o comparten es por algo (dice el clásico), pero pues un poco de duda, cordura y lucidez no nos caería mal. Si ya identificaron a los probables responsables de la comisión de algún delito, ¿no es mejor denunciar ante la autoridad correspondiente y que ellos se hagan cargo?
Imagine usted. Mi vecino es un ser inmundo y asqueroso, un sujeto detestable especialmente los fines de semana, cuando su vivienda se convierte en cantina y con sus amigos y amigas se dedican a destrozar el descanso de todos los demás en la cuadra mediante altísimos decibeles para compartir bellas piezas de reguetón “interpretadas magistralmente” por quién sabe quién chingaos.
Si fuese un ente malvado, podría con toda tranquilidad tomar una foto a su vivienda y lanzar el señalamiento en una de sus noches de fiesta: “esta es la casa en la calle tal de la colonia tal, donde venden droga y prostituyen a jovencitas todos los fines de semana, ayúdenme a compartir para que la policía haga algo”. ¿Ya se percató? Le desgraciaría la vida al pobre sujeto, a su esposa y sus hijas, porque si he atestiguado la llegada de tres patrullas con sus respectivos elementos para atender un pleito de casados o a dos borrachines tirados en la esquina, ¿cuántos pelotones podrían llegar a ese inmueble? En lo que averiguan si son peras o manzanas, pues la seguridad pública y sus valientes representantes son capaces de todo. D-E T-O-D-O.
De hecho la peor parte se manifiesta en un desinterés generalizado (que no total) por confirmar o corroborar las aseveraciones en las redes: se comparte sin leer, se da por sentada la veracidad de los señalamientos y, en un afán por formar o sentirse parte de algo, “se miente por convivir” (como dice el clásico).
Pero apelo al raciocinio ahora. No todo es verdad, no todo es malo en las redes sociales, excepto cuando se trata de política. Ahí sí no dude. En época electoral surgen superhéroes y heroínas cuyo afán de hueso supera cualquier novela de ficción y hacen videos y fotos y análisis para demostrarlo y compartirlo porque su sentir es bien importante y necesario (sic) para todos los demás, simples mortales.
Ellos y ellas son cuasi mensajeros divinos, próceres de la libertad, caudillos de la democracia y apóstoles de la cuarta transformación. Todos los demás (los rivales) se convierten por arte de magia y unos cuantos bites, en viles, deplorables y cuestionados sacos de boxeo.
Ahí tiene usted el caso de Hidalgo. El 7 de junio se renovarán las 84 presidencias municipales y créame cuando le digo que la clase política estatal es huérfana. Todos y todas las que quieren el puesto saben, conocen y entienden perfectamente todo lo que pasa en las demarcaciones que pretenden gobernar –dicen-, lo malo es cuando cae uno en la cuenta de que durante su paso en otros puestos de la administración pública, la representación social o la experiencia judicial, hicieron absolutamente nada o igual y sí, pero mal.
¿Nombrarles?, ¿para qué? Unos son patos y otros conejos, unas son solo aves y otros solo ocurrentes, escurridizos y chistosos mamíferos de dientes saltones. Lo curioso es que todos son producto de la Warner Brothers y cualquiera podría protagonizar aquel memorable capítulo de Bugs y Lucas … lo de ellos, todos, “es una sucia y falaz mentira”, la de hoy es temporada de patos… temporada de conejos.