So pena de cometer una falacia me aventuro a afirmar que mucha gente ha leído la obra de divulgación de Stephen Hawking. Empero, es poco probable que suceda lo mismo con sus teorías científicas. Ese era el encanto de Hawking.
Cumplía dos facetas que, aunque ligadas, encierran diversas funciones de la ciencia, la creación y la divulgación. El científico nació el 8 de enero de 1942, 300 años después de la muerte de Galileo Galilei. Ya desde entonces parecía predestinado a las estrellas y su muerte, el pasado 14 de marzo de 2018, día en que Albert Einstein nació (1879), sentenció lo que ya se presumía, toda su vida estuvo relacionado con el conocimiento, especialmente la cosmología.
Es difícil hablar del Hawking científico, pues en algunos casos ni entre ellos parecen entenderse. Pero en cambio, es más loable comentar sobre el Hawking divulgador. Escribió sus obras, según se jactó, para apoyar en los gastos derivados de su enfermedad. Las obras: Una Breve Historia del Tiempo, Agujeros negros y pequeños universos y otros ensayos, El universo en una cáscara de nuez o Brevísima historia del tiempo son sólo algunas de su numerosa obra. Sin embargo, la fortaleza de Hawking incluso va más allá que la de un simple divulgador.
En Hawking la imagen del científico se confronta con la de ser humano, y en el mismo sentido también se complementa la concepción del ser mentalmente brillante y físicamente débil.
En su historia, al igual que los protagonistas trágicos, la desgracia enaltece sus actos. Vulnerable, incapaz de valerse por sí mismo. Cual Beethoven que sordo compone melodías de ensueño. Hawking encarna al hombre contemplativo, de mente, que no puede moverse y lo que parece una debilidad se vuelve una aparente ventaja.
Aparece como un hombre que imposibilitado por una enfermedad que lo aleja poco a poco del mundo real, le permite enfocarse en el mundo más allá de los sentidos. Sea tal vez por esto el representante máximo de la supremacía de la mente sobre la materia.
Stefan Zweig (1881 -1942) en su obra Momentos Estelares de la Humanidad, escribe que “Ningún artista es durante las veinticuatro horas de su jornada diaria ininterrumpidamente artista. Todo lo que de esencial todo lo que de duradero consigue, se da siempre en los pocos y extraordinario momentos de inspiración”.
En efecto, el artista y el científico se asemejan en cuanto a su labor creadora y sin duda, también en que la inspiración surge como un momento, un instante. Ahora, Isaac Asimov (1919-en su obra Momentos Estelares de la Ciencia que “Arquímedes era diferente de los científicos y matemáticos griegos que le habían precedido, sin que por eso les neguemos a estos un ápice de su grandeza. Arquímedes les ganaba a todos ellos en imaginación”. Si éstos dos grandes genios de la literatura hubieran escrito simultáneamente, hubieran escrito un texto para Hawking.
También es probable que, de no ser por la esclerosis múltiple, las opiniones de Hawking tal vez hubieran pesado menos y su imagen sería la de un simple mortal, un científico más.
Sin embargo, no deja de ser un exponente del hombre del mañana, que soportado en la tecnología vence a las limitaciones impuestas por la naturaleza. Ícaro moderno. Pero no precipitado como el héroe mitológico, sino más presuroso, pues desde la detección de su enfermedad comenzó una carrera contra la muerte, para sobrevivir y contra el tiempo, para postergar su memoria, y lo logró, porque Hawking siempre será recordado, como científico, divulgador y como humano.