Hoy es común observar cómo las marcas, partidos políticos y personajes públicos sufren por la difusión masiva de sus errores. Ya sea una campaña comercial que incite a la discriminación racial, un comentario poco acertado o una foto de hace décadas; las redes sociales se encargan de trasladar la información hasta el más recóndito espacio digital.
Existe un riesgo, como cada quince día repito, porque el poder de la “masificación” tiende a nublar el análisis crítico de lo que se observa, no importa el contexto, sino la primera imagen que nos ofrecen.
La sensación, la percepción, es lo que acapara la atención del receptor. Esa es la verdad, después es difícil cambiarla. Un ejemplo de ésta falsa percepción es la producida, por ejemplo, por una imagen de un candidato político en la cual diga “soy corrupto”. Lo cierto es que esa imagen no aporta mucho o nada. Sin embargo, es capaz de generar odio a dicho candidato, ya sea por historial propio o por la afiliación de un partido que tiene fama de ello, para cuando se generó esa imagen en el público, poco importa que, en la realidad, el candidato tuviera una imagen que dijera: “No a la corrupción”.
Otra realidad es que las mismas marcas, partidos políticos o personas públicas, provocan el desacierto, de esa forma obtienen la atención del público -un prestigio negativo no afecta-. No es la mala imagen la quimera a erradicar, sino el olvido, verdadero enemigo de la era digital. Precisamente, el olvido es una pena digital, pero existen más. Aquí un recuento de ellas.
Clonación o Replicación
Opera cuando una situación o descrédito aparece en el horizonte digital. Puede ser negativo o positivo, en la mayoría acontece lo primero, es el morbo lo que mueve a la red. Aunque la replicación puede surgir a manera de noticia, también existe variantes en que aparece como imagen o video, un meme o un perfil, éste último dotado de personalidad semejante, pero que manifiesta ideas contrarias al original. Por ejemplo, perfiles falsos de figuras públicas.
Presión
Aparece cuando un grupo social pretende difundir una noticia, demanda o exigencia social. Puede ser útil en señalamientos públicos, pero peligroso cuando arriba en cuestiones legales, pues para ellos, poco importa si es cierta o falsa, el tribunal humano se instaura como impartidor de justicia, por supuesto, a favor de su propio sector. Cuestión última en extremo peligrosa.
Ejemplo: recientemente hubo una manifestación nacional, con su ombligo en Oaxaca, por una detención a un médico reconocido, que enfrentó a médicos y abogados. Deja la sensación de que el resultado derivó más por una presión social que por legalidad, cuestión sumamente peligrosa. Este hecho deja un precedente importante, porque entonces parece ser la respuesta a la falta de “justicia” en otros asuntos; sencillo, no existe presión suficiente.
En redes sociales son un instrumento de presión, cierto, pero que debe ser usado con responsabilidad. Porque si bien es cierto que surge un problema cuando un sujeto es injustamente procesado, resulta una encrucijada igualmente poderosa, o tal vez mayor, cuando alguien que sí cometió un delito es liberado por la presión social.
Olvido
Un caso en el que igual las redes sociales no aplican correctamente las penas sociales sucede con este punto. Cuando un producto o un servicio (candidato, etc.) fueron deficientes, opera la denuncia. Miles y miles de cibernautas invaden las cuenta, perfil o página de la empresa en cuestión, solicitando no sólo una compensación, sino la mejora de los productos y servicios.
Sin embargo, al término de la tormenta no existe un castigo. Esa marca sigue contando con los “Likes” y su presencia digital permanece intacta. Lo cierto es que cada “like” es una recomendación personal hacia dicha empresa, marca o personaje público. El castigo debería ser el olvido, quitar la recomendación previamente dada, a manera de que se esfuerce en recuperar esa confianza perdida.
Conclusiones
Es común pretender instaurase como juzgadores, lamentablemente, la revisión no es imparcial, sino arbitraria, basada, principalmente, por lo que creemos que es lo correcto, siendo esto, lo más cercano lo propio. Lo ajeno no es justo. Aquí mostré algunas penas digitales, pero es de sabios reconocer que su ámbito no alcanza el rango legal, son meramente sociales. Lo incorrecto sí puede provocar implicaciones legales negativas, por eso es importante valorar cuándo deben o no usarse.