Ser prolífico no es sinónimo de ser trascendente. En la vida, en las artes y en el quehacer cotidiano bajo la continua presión de la vida moderna, la productividad no es garantía de calidad, sin embargo, existen excepciones a la regla.
El narrador originario de Sayula, Juan Rulfo, reta a la premisa anterior dado su improductividad narrativa; no obstante, dos obras valieron para que su escritura trascendiera fronteras geográficas y sus textos vieran la luz en un sinnúmero de idiomas: inglés, francés, alemán, portugués, holandés e italiano, serbocroata, ucraniano, griego, chino, japonés, turco, hebreo y árabe.
Sus libros, escritos en la década de los años cincuenta; El llano en llamas y Pedro Páramo han sido llevados al cine por diversos directores mexicanos y extranjeros.
Mediante el uso de arquetipos, Rulfo proyectó el ambiente rural en el que desenvolvió y para ello utilizó temas como la pobreza, el hambre, el miedo, la violencia y la muerte.
Sin embargo, la efigie del escritor jalisciense ha disminuido dada la postura intransigente de los descendientes del autor, y quienes poseen todos sus derechos de nombre y literarios, la Fundación Juan Rulfo.
Bajo esa exclusividad, en pasados días, un evento que contó con la particularidad de ser una de las pocas conmemoraciones autorizadas, fue realizado en el municipio de Sayula que celebró el trigésimo primer aniversario de la muerte del escritor mexicano Juan Rulfo.
Esta mención se llevó a cabo en un ambiente alejado de los reflectores políticos y con tintes sencillos en los que un grupo de lectores partieron desde la antigua casa de Juan Rulfo hacia las ruinas del templo de San Roque, a manera de peregrinaje, leyendo el cuento “No oyes ladrar a los perros”.
Por su parte, los descendientes han procurado mantener la postura de Rulfo alejada de demagogias innecesarias y posicionamientos políticos en el que los funcionarios se levantan el cuello en eventos que justifican gastos públicos, por lo que enviaron un comunicado en pasados días en el que gestionan dichas celebraciones y certámenes que deberán ser autorizadas por la fundación para efectuarse.
Este tipo de acciones no son nuevas, cabe recordar que en el año 2005 en la XIX Feria Internacional del Libro (FIL), la misma fundación emitió un comunicado en el que se exigió que el galardón dejara de usar el nombre del autor de El llano en llamas.
Ante este discernimiento, las futuras generaciones pueden privarse de conocer a un autor mexicano tan remarcable como Juan Rulfo, debido a la limitación de apariciones en el sector público.
Además, su pasión no sólo se concentró en las letras sino que incursionó en la fotografía como otra de sus grandes aficiones; misma que se materializó en un acervo editado en octubre de 2010 y que culminó con la aparición del libro 100 fotografías de Juan Rulfo, obra de gran formato y de larga gestación.
Con un lenguaje basado en imágenes, Rulfo mostró su vida mediante visuales; su afición por el cine, los múltiples viajes que realizó como empleado de agente de inmigración de la Secretaría de Gobernación, viajes que le permitieron conocer otra cara de diferentes regiones del país.
El precursor de la narrativa moderna mexicana pasó a la historia como otros pocos literatos, con dos obras que revelan la identidad genuina del escritor, reforzando la creencia de que calidad no es cantidad.