Rompiendo algo es un libro intenso compuesto por los artículos, prólogos, conferencias, debates y ensayos que Belén Gopegui escribió a lo largo de los últimos veinte años.
«La buena novela intentará hacer comprensibles esos hechos contando cómo rozaron a los personajes, y a esos personajes contando cómo fueron rozados por esos hechos».
Terminé de leerlo esta mañana, y debo decir que, si me sobrase el tiempo, volvería a leerlo. Hay tanta información. Hay tanto sobre lo que meditar. Acabo de leerlo y me asalta la impotencia del estudiante que, a pesar de haber estudiado, no está preparado, no se lo sabe todo.
«El hijo mira el desconcierto de sus padres ante un mundo que se les desmorona. Recuerda a un profesor de filosofía que decía que el esfuerzo que debe hacer un cerebro para admitir una idea nueva es enorme, y es la clase de esfuerzo que menos personas están dispuestas a hacer».
De literatura y política. De esto trata este libro. ¿Es imposible hacer una literatura que no sea política? ¿Es posible que una política no tenga su literatura?
«Por eso me parece que la verosimilitud de una historia alude a que un conjunto de personas prefiere creer que las cosas eran así. Y depende, por tanto, de quién sea ese conjunto de personas. En la realidad que yo trato de construir, la verosimilitud no debería ser propiedad de unos pocos, debería ser pública, debería ser propiedad de todos».
Belén Gopegui hurga en una llaga que muchos prefieren ignorar. Rompiendo algo trata de esclarecer lo que a simple vista es difícil de ver. La escritura como arma que no derrama sangre.
«Los libros que hemos leído están también puestos en nosotros, en nuestras acciones, en nuestro proceder, en ese nombre real que hay detrás de nuestro nombre».
Si leemos para aprender a preguntarnos por qué leemos, este libro nos podría dar algunas claves. Si leemos pensando que la literatura es útil, este libro podría terminar de convencernos.
«Pero si no es para construir un nuevo sentido común, entonces sólo escribiríamos para justificar el ―falso― sentido común existente».
Pero si no es para construir un nuevo sentido común, entonces solo leeríamos para justificar el ―falso― sentido común existente.
«Hela aquí, la literatura; escribir o leer como se pronuncia un conjuro; trazar un círculo para meterse dentro: el círculo es también la boca de un túnel, conduce a un mundo superior, sensaciones limadas, refulgentes, el don de la metáfora que multiplica y al mismo tiempo elude la realidad».
Belén Gopegui me ha llevado de la mano por su universo personal, un universo personal que se decanta por lo plural. No la conozco. Y sin embargo la conozco. La literatura nos ha unido. Ella es. Yo soy. Pero pesa más el nosotros somos.
«Helos aquí, personajes que no nos interrumpen nunca y el sentimiento de haber pasado al otro lado del espejo, haber saltado al interior del cuadro y estar por fin en la cabaña gigante, ahí donde la vida no hace daño, donde es posible estremecernos sin llorar, sin tener miedo».