Sumisión, Anagrama, Barcelona, 2015, 281 pp.
Michel Houellebecq poeta, novelista y ensayista. Experto en el escritor estadounidense H. P. Lovecraft, Houellebecq habla en sus novelas de hombres solitarios, hombres depresivos, socialmente escindidos, hombres que a final de cuentas han fracasado. La mayoría de sus personajes prefieren perderse en la cultura y en las ciencias como en Las partículas elementales. Sus personajes, finalmente, son nihilistas por antonomasia.
Su primera novela, Ampliación del campo de batalla (1994), es un grito desesperado, rabioso e iracundo ante la contemplación de la sociedad hiper-sexualizada, un mundo liberal donde el nihilismo y el existencialismo se han fusionado con la sociedad de consumo. Un mundo donde el sexo, parece el único escape razonable. Otra constante es su obra es la presencia de un futuro con cambios abruptos en la forma de como los seres humanos se relacionan entre sí, por ejemplo en La posibilidad de una isla y Las partículas elementales el futuro se presenta como una evolución trans-humanista. En Sumisión el futuro es una política radical que parece tener el mismo efecto que la obra orwelliana.
Su novela Sumisión, el grito está ahí de nuevo en la escena, la rabia y el desencanto de la sociedad que cambia constantemente y donde lo que se creía poseer se pierde nuevamente. El personaje principal es un profesor de literatura y es el reflejo de esta angustia y pesimismo que padece el hombre moderno. Françoise es un hombre que desde el interior es nihil puro. Un francés de la gran urbe que esta hastiado del mundo que lo rodea. Con relaciones amorosas arruinadas y una vida que no le satisface, Françoise ve en la nueva administración de su país una nueva posibilidad donde la ecuación hedonismo y nihilismo dan la posibilidad de una felicidad moderada.
En esta novela se reviven los viejos y siempre temores de Europa. Cuando el islam toma el poder de Francia y finalmente el cambio abrupto de la cultura. Una preocupación que, en el caso Houellebecq está influenciada por las lecturas de las sociedades anti-utópicas como Un mundo feliz de Aldous Huxley. También se hace presente su influencia positivista, algo que también se ve en su novela Plataforma. Juntando estas dos grandes influencias la obra de Houellebecq siempre resulta avasalladora y angustiosa. En Sumisión, Houellebecq es no sólo un sociólogo, es también un profeta de esta modernidad neoliberal. Françoise es no sólo un hombre, es el símbolo de todos esos hombres que ven en la Francia actual un estado de vacuo vacío que no satisface a nadie.
La relación conflictiva entre el islam y Houellebecq ha sido la espada de Damocles en su obra y discurso, ya que también gracias a ella ha aumentado su número de lectores al igual que el número de críticos que han tachado a este autor de racista y machista. Sumisión fue recibida entre el temor de una sociedad que estaba siendo atacada por un terrorismo brutal, que obligó a la sociedad francesa a tomar una postura de temor frente al islam. El libro de Houellebecq no es un dedo en la llaga, es un diagnóstico de una sociedad enferma y vulnerable (tema que también se ve en su novela Plataforma). Françoise, es la voz de una elite francesa que esta hastiada de la vida moderna, es la voz del ser humano que no ve nada nuevo bajo el sol.
La obra de Houellebcq es también una voz que se levanta contra corriente. Malinterpretada como una obra retrograda, la obra de este escritor y profeta de la modernidad es en realidad una llamada, una señal de que algo está torcido en la sociedad. Su obra tiene en abundancia muchos Humbert Humbert, pues como dice el escritor irlandés Oscar Wilde: «Un libro no es en modo alguno moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos», con Sumisión, Houellebecq demuestra la maestría de su pluma.
“¿Cuánto tiempo puede una sociedad subsistir sin una religión cualquiera?”. Con esta pregunta (que aparece en la novela Las partículas elementales) Houellebecq también habla de uno de los temas en los que gira su obra: la religión. La religión como soporte, no moral, sino social. La religión siempre está presente en las novelas de Houellebecq como un sistema que se fusiona con la sociedad, con la intención de renacer, aunque sus personajes ya no tienen las fuerzas para intentarlo. Por ejemplo, en La posibilidad de una isla la religión se fusiona con la ciencia para moldear la evolución del hombre a fin de que la doctrina de la secta esté en armonía con la ciencia, a diferencia de Sumisión que la religión y la política son las que se complementan y no la ciencia, aunque la relación ciencia y religión se ve en los discursos en la defensa del islam que cuenta François, quien asegura el islam acepta el mundo tal y como es.
El amor y el querer creer son dos temas que se unen en la novela, pues cuando François intenta recuperar la fe cuando visita la iglesia de Rocamadou y fracasa lo mismo sucede con su relación con Huysmans, y con todas su relaciones anteriores pues, en este novela lo que tenemos no una historia de desarrollo sino una gran caída en espiral que también se ve en la sociedad francesa del año 2022.
En la sociedad francesa del 2022, el islam se presenta como la llave de la felicidad y como el regreso de un patriarcado más poderoso en insidioso donde la Sorbona es un círculo de académicos polígamos y donde cada hombre blanco afiliado al islam podrá disfrutar de su harem propio. François, teniendo una vida destrozada y sentimentalmente arruinada ve en la nueva administración del gobierno la nueva posibilidad de vivir en el país de Jauja.
A pesar de las frívolas conquistas y relaciones casuales con sus alumnas en la universidad de la Sorbona donde es catedrático, François se da cuenta de que todo ha cambiado para seguir igual, la decadencia de la sociedad no fue ni una salida ni un escape, ya que la sed de una nueva posibilidad de ser feliz se ha esfumado. El momento cumbre es cuando François incluso ha perdido la esperanza en la muerte misma.
La novela tiene un final parecido a La posibilidad de una isla, pues todo ha cambiado para seguir igual. El mensaje es desolador. La vida, sólo se parecía añorando el pasado, pues el presente es repugnante. Como en las novelas de Houellebecq, el personaje principal termina con vacío más fuerte que con el que inició, con una desolación que no da indicios de esperanza alguna, pues retomando lo anteriormente mencionado, con Houellebecq, no es el islam que gobierna, sino la frivolidad y el hedonismo nihilista.