Reseña sobre el libro Los rituales de la tristeza
de Adriana Tafoya
En el “país de las letras” —hecho mayormente para los hombres—, hablar la poesía femenina en nuestros días es imposible sin citar la obra de Adriana Tafoya. No sólo por la calidad con la que ha caracterizado a su poesía desde su primer libro Animales Seniles, sino, también por la forma de abordar las temáticas que siempre habían estado vedadas para el género femenino, y no sólo eso, sino que va un paso más allá para hacer extensiva una propuesta para los personajes femeninos.
Tafoya nos coloca en escenarios reales, en los que fácilmente nos podemos identificar, personajes de carne y hueso, espacios que se pueden adaptar a la realidad de sus lectores. Aún así, podemos afirmar que su propuesta va ligada a una perspectiva de género, sin caer en el radicalismo del tema, pero vemos una valorización de las “posibilidades”, una obra que se abre ante nosotros para mostrar que las relaciones tanto personaje-poema, como poema-lector pueden ser de otro modo. Así, y en el caso específico del libro Los rituales de la tristeza, que sale bajo el sello de Rojo Siena, se encuentran reunidos un grupo de poemas que sin duda son de un tono distinto a los que nos tenía acostumbrados en otros libros El matamoscas de Lesbia y otros poemas maliciosos, donde predominaba el tono más bien sarcástico y ácido; y en esta ocasión los poemas que aparecen son de corte “reflexivo”, sin que por ello pierdan fuerza o dejen de tener ser poseedores de conocimiento.
En este sentido, debemos acotar que el poema, como queda claro en el trabajo de la poeta que hoy presentamos, hace del texto un ejercicio para el intelecto, llevando a otro plano la lectura de este libro que en un principio pudiera parecer inocente, sin dejar de lado la belleza y musicalidad que se encuentran en todos sus libros. Musicalidad y ritmo que, como advierte Miguel Ángel Córdova en el epílogo del libro, es muy evidente en la voz de Adriana Tafoya. Podemos reconocer su obra en la recurrencia de conceptos y palabras que se encuentran presentes en su ya consolidada obra. De la misma forma es muy probable que en este mismo momento se encuentren varios poetas influidos por esta musicalidad y propuesta estética, un cambio de temas y tratamiento en sus contemporáneos, que abriría el espacio para una nueva época de reivindicación de la figura femenina y una nueva postura para la masculina.
Regresando al libro en su conjunto, parece ser un estimulante sobre el mundo personal de cada uno de sus lectores, es por ello que nosotros, los lectores siempre encontramos cierta consonancia con su voz, es por ello que en este libro vamos a cobijarnos momentáneamente en las posibilidades de cambiar de piel, ser por un rato la madre natura, el hijo que lastima a la hermana, la mujer bajo el agua o Mariana tentada por la verdadera belleza. Podríamos hablar largo y tendido sobre cada uno de los poemas y su particular universo, sin embargo, preferiremos comentar sobre algunos.
Sin duda alguna, todos tenemos estos rituales de la tristeza, y comprenderemos en algún momento que la tristeza vale en el preciso momento en que tomamos este tiempo luego de la catástrofe, para reflexionar y cambiar. Sin dejarnos llevar por el facilismo de lo esotérico, entenderemos aquí a los rituales como situaciones que llevan a un grupo de personas a establecer relaciones y lazos, digamos, más emocionales. Todas las personas llevan a su manera estos rituales, por ahora baste citar a dos de ellos: los rituales de la alegría, que tienen que ver con los nacimientos, los cumpleaños, por ejemplo; y su opuesto al que llamaremos de tristeza, que pueden englobar acontecimientos como el duelo y las despedidas, por lo que normalmente asociamos lo triste con incomodidad y un mal-estar, por ello también el prejuicio sobre este estado por demás meditabundo.
Hablemos entonces sobre los rituales de tristeza. De la tristeza poco hay que decir pues nos encontramos con una de las emociones básicas, aprendidas del ser humano, junto con el miedo, la ira, el asco, la alegría y la sorpresa, pero emoción necesaria y valiosa. Cuál es la importancia de la tristeza. La tristeza viene luego de la frustración, del dolor, del cansancio, como en el caso de la pérdida: una pareja, en el caso de la muerte de familiar o sentirse solo.
Dice la poeta, sobre la muerte: “Quién sabe cuánto pueda llorar un padre / la muerte de su hijo/ en la oscura llamada de una noche”. Con respecto a la idealización de una pareja, en el poema Rito de un amor poco inteligente escribe: “No sabía quién era (…) / Ni cómo besa, ni cómo sentiría yo sus manos/ sobre mis piernas al amparo de la falda”. La tristeza aparece en oposición al miedo y a la euforia, en oposición a la acción del instinto, para volverse una herramienta para la introspección, quizá ahí en “donde se realiza el acto de la esencia”.
Las posibilidades de otra identidad femenina
La formación de una identidad femenina, como acota la poeta Hortensia Carrasco también en el epílogo, es una de las aportaciones de Tafoya dentro del escenario de la poesía, específicamente de la femenina. En la larga tradición poética, lo que ha predominado incluso hasta nuestros días es el papel de la mujer como un ser pasivo; por un lado el espacio para que las poetas, en su calidad de escritoras, siempre ha estado supeditado a una figura masculina (recordemos que incluso nuestra ilustre Sor Juana tuvo que disfrazarse de hombre para acceder al conocimiento), hasta la última parte del siglo XX donde apenas figuran algunas cuantas escritoras y poetas más o menos identificadas; por otro lado, en cuanto a la figura femenina como personaje dentro de la literatura ha figurado mayormente como un objeto, una musa simplemente, causante de grandes males desde la Ilíada, un ente sin capacidad de decisión arrastrada salvajemente por el destino a manos de entes masculinos, ya sean maridos, hijos o dioses.
En este sentido, la poesía femenina se encuentra frente a una pared. Hace falta un proceso de reconocimiento y de estudio sobre la poesía escrita en el territorio mexicano para conocer la realidad a la que nos enfrentamos día a día, y cómo es que, en la medida en que estos papeles estereotipados, más en el caso de la mujer, sean cambiados dentro de la literatura, también logre un efecto hacia la realidad, es decir, de la palabra al papel, y del papel hacia un cambio en las relaciones mujer-hombre.
Entonces, frente a esta madeja perfecta donde se asume que las mujeres escritoras deben de tratar temas como la maternidad, el amor, las escenas de felicidad y en un caso aparentemente arriesgado el tema de la sexualidad malentendida como erotismo, la poeta Adriana Tafoya ha sido una pionera, hablando siempre de temas que normalmente llegan a incomodar, que no por ello dejan de estar presentes, como el caso del erotismo en la ancianidad, tal y como aparece en el poema Viejos rituales para amar a un anciano. “De forma distinta, están acomodados los viejos. / Su sabor es dulce y fuerte como los higos / y otras frutas secas”.
Uno de los poemas fundamentales de este poemario es el titulado “Cantos de la ternura”, compuesto en diez partes, en donde se trata el tema de la maternidad, y aunque en primera instancia el texto nos remite a una madre oscura, en una lectura más cuidadosa y sin el velo de los estereotipos, podemos observar la presencia de la madre naturaleza, y la ternura aparece como parte amor filial, en donde, al igual que en la eutanasia, la muerte en cierto sentido es por amor, aunque signifique destrucción y fin, ya lo advierte Adriana con el epígrafe de Balzac; «El amor odia todo lo que no es amor». El hombre sobre la naturaleza, el hombre sobre la mujer, el poder del cuerpo transfigurado en animal salvaje como un tigre. Olvidamos por completo en la fuerza de la naturaleza, que es creadora como todo lo femenino: “No consideré que mataras mujeres, / no anticipé que sangrarías a tu hermana / Nunca medí que tomaras / al mundo al universo / como propiedad/ De haberlo sabido /por compasión, tiernamente/ te hubiera arrancado / con un cuchillo / de mis entrañas”.
¿Por qué no deshacernos del dolor, o más bien, de lo que causa ese dolor? El dolor siempre significa que algo no está bien en relación a nuestro cuerpo. “Ni te amo hijo ni te odio, /esto lo hago indiferente /y morirás antes que la flor / termine de brotar”. Así pues, no hace falta mencionar la infinidad de veces en que la Naturaleza “reclama violentamente” a nuestros ojos, su piel: las inundaciones, incendios, los tornados y todas las catástrofes naturales no son otra cosa que el retorno al equilibrio, indiferente ella, Madre Naturaleza lo hace igual para todos sus hijos.
Finalmente, para terminar con este breve panorama sobre Los rituales de la tristeza, la propuesta de Tafoya, como he venido mencionando, es la de la oportunidad para los personajes (y lectores) de adoptar otras posibilidades para existir. Ya sea el papel de la madre ya no como un objeto de expiación y culpa, sino el de una creadora con la capacidad también de destruir; o el caso de la búsqueda de la belleza, la verdadera, que tiene que ver más con la formación intelectual, “la que destroza mitos, la que aplasta deidades” que básicamente limitan las posibilidades y la elección. Así pues, convido a todos los presentes a correr el riesgo de entristecerse un momento con esta poética, que encapsulada en esta bella edición, se nos regala como fruto rojo prohibido del conocimiento, dispuesto a ser mordido