En la poesía de Alejandra Atala no existen certezas poéticas, cada verso es un hallazgo, una serendipia, hondura que toca la penumbra del alma, canto prodigioso al entendimiento y la contemplación. Es en la oscuridad que nos habita donde encontramos: Dos maneras de la luz. Libro luminoso y nostálgico, de viento y bosque, que confronta en el silencio y conmueve el espíritu humano. ¿Qué somos antes de la poesía? ¿Cómo éramos sin ella? La poeta alada canta y nos dice con elocuencia: “Claridad y sombra, a fin de cuentas, la misma cosa, dos formas de la luz, dos formas de mirar cuando se mira cuando la tarde cae”. Y es en la belleza de la exaltación de esa máxima poética, donde la palabra enciende un fuego que comienza a abrasar, a revelar la luz, el recuerdo, el olvido. Existe una dualidad pertinaz que nos acompaña durante la vida: quien se es y quien creemos ser. Nunca regresaremos al sendero por el cual caminábamos antes de este presente, nunca volveremos a la infancia, al tiempo perdido, al juego luminoso en el vuelo alegre de las luciérnagas. “Vivimos como podemos”, “escondidos -dice la autora- de nosotros mismos”, “con la capacidad de amar disminuida”, “en la feria de las vanidades”, “inmersos en la oscuridad que es llanto”. En ese telar de sabiduría, Atala nos va mostrando otra manera de entender que somos esos que han ido en busca del amor, exiliadas abriendo senda. Oh, cuánto hemos sufrido en la hueca soledad inaudita, en la plegaria de un beso, en el arrullo de un abrazo sin deseo; pero también, cuánto hemos amado, cuánto nos hemos reído en la caricia, en el suspiro, en el amanecer de la piel bendita y dulce; en la ermita de un regazo tibio. He aquí, otra vez la noche, sombrero de la luna, paz blanca, nubes que pastorean sueños; y, en el otro extremo, el día, la mañana estremecida por la esperanza, la otra forma de la luz; el juego cruzado entre la claridad y el pensamiento proceloso. De pronto, se abre el cerrojo de una puerta que nos lleva hacia lo inesperado, un lienzo que se ha hecho urdimbre de emociones. Alejandra Atala, nos lleva a ese lugar que somos, aunque no lo sabíamos, antes de su poesía. Irrumpe con ese cálido aliento que es su palabra en nuestra morada. El hilo colorido de su voz, de su pluma, la metáfora; Kronos, el vencido; la canción de los astros. El sueño de la poeta nos ha tocado para siempre. Gracias, maestra, por la lluvia entre tus páginas; por la exquisita danza a la que nos invitas en la cadencia de tus estrofas. En esta estocada, nuestros ojos han sido abiertos, y llevamos en la boca el verso hilvanado, inolvidable.
Semblanza:
Christian Uribe, es egresada de la Escuela de Escritores Ricardo Garibay. En el año 2018 fue beneficiaria del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA). Ha publicado en: Infinita, Lengua de Diablo, Diversidad(es) minificciones alternas, Editorial Elementum y DEMAC. En el año 2020 resultó finalista del concurso literario: Piensa en algo bonito, sueña con Chequia, convocado en México por la revista cultural La Tempestad y la Oficina de Turismo de la República Checa. En la actualidad es coordinadora del Fondo Editorial del Estado de Morelos. Le gusta el café, jugar Scrabble y viajar.