Desde que Téano visita por las noches al esclavo, está de mejor humor y produce más. Tras semanas carentes de progresos, marcadas por enfados, sonríe de nuevo y avanza en su tratado sobre poliedros.
—Te quiero —dice después de la cena, justo antes de visitar al esclavo. Más tarde, cuando viene al lecho, lo susurra mientras me besa en la frente.
El esclavo no es bello, pero sí alto y fuerte; supongo que dará buenos abrazos. Es poco hábil en las tareas domésticas; pensé que lo tendría que reemplazar pronto, pero el comportamiento de Téano alteró mis planes.
El cambio es notable, muy notable. Sus disquisiciones avanzan. Me molesta que busque otra compañía. Ya no soy joven, aunque jamás he dejado de amarla.
—Te quiero —dice antes de proceder a su visita nocturna. ¿Por qué me siento así? Si todo son números, ¿cuál es el que representa mi dolor? Cuando viene a nuestro lecho, me dice que me quiere; pero añade algo más.
—Todo es número, Pitágoras. Incluso nuestro amor —Me toca como hace mucho tiempo que no me tocaba. Respondo a sus caricias, de una forma casi olvidada.
El esclavo cada vez hace su trabajo mejor. No consigo avanzar en mis estudios. El tratado de Téano está casi terminado; me descubre, durante la cena, mirando el acceso al cuarto del esclavo.
—Te quiero —lo pronuncia con alegría y se retira. Me sirvo un poco más de vino especiado mientras pienso qué hacer.
A la mañana siguiente, trabajo varias horas en mi teorema sobre los triángulos. Estoy cerca de algo importante.
Semblanza:
Lisardo Suárez(Gijón, 1970) se amparaba antes en la discreción de los seudónimos para escribir, pero ahora firma con su verdadero nombre casi siempre. Sus trabajos de narrativa breve han recibido más de cien reconocimientos en diferentes concursos, convocatorias, certámenes y antologías. En el apartado de revistas literarias, ha sido seleccionado para colaborar con Visor, Narrativas, Canibaal, Extrañas noches, El Narratorio, Sinestesia, El Callejón de las Once Esquinas, Blanco móvil e Ibídem, entre otras.