En últimas fechas se han pronunciado medidas federales para recortar el presupuesto el próximo 2017, en los rubros de educación, cultura, así como infraestructura, medio ambiente y salud.
Pero, ¿qué representan estas medidas, qué repercusiones pueden tener? Más allá de esa apuesta política-económica, reflexionemos sobre otros alcances sociales de enorme resonancia que creemos, a la larga resultan más costosos.
Primeramente pensemos en el discurso que convoca la parte oficial. Se anuncia que tales medidas son a razón de preservar la estabilidad del país.
Haciendo uso del Análisis del Discurso –herramienta de investigación propuesta por Michel Foucault-, podemos conjurar la frase arriba señalada para entrever qué significa el discurso ofrecido, el cual por cierto, ya de entrada se ha evidenciado como engañoso y opaco.
Leemos que la palabra preservar sugiere que se busca mantener el estado de cosas tal y como están. Sinónimos serían: salvaguardar, cuidar. Palabras donde se desplaza el sentido de algo oculto, y que nos deja ver ciertas intenciones: hacer para que no pase nada, que cuidar que todo siga igual.
Por otro lado, cuando en el discurso se pronuncia que lo anterior es para cuidar la estabilidad del país, no nos queda más que preocuparnos. ¿Quién puede engañarse acerca de cómo están las cosas en México? ¿Habrá quién crea en el discurso oficial que anuncia que hay cosas que están bien y que no se cuentan? Es decir, un discurso de simulación.
Se habla oficialmente y hasta en tono presuntuoso, acerca del desarrollo económico, pero en los bolsillos de la gente, en la cotidianidad que no miente, se experimenta una abismal distancia hacía esos ideales primermundistas a los que se dice va caminando el país.
Así que cuando se dice que los objetivos son preservar las cosas como están, significa que se trata de frenar el desarrollo, y por supuesto que es para preocuparse, pues donde se aplica y aumenta el gasto nacional es en seguridad, lo que como veremos más adelante, resulta contraindicado.
Siguiendo con el análisis al discurso, falta un elemento más a considerar: el contexto donde se enmarca lo dicho. Se trata de analizar qué de lo dicho y lo no dicho por los representantes sociales, se conecta con las áreas donde precisamente se ejerce la medida económica.
Si dichas medidas son en contra de la educación y cultura principalmente, se prevé entonces un escenario peor de lo que se deja ver a primera vista. Como lo que se pretende es mantener las cosas como están, que ya sabemos no son muy buenas que digamos, y si se le suma que es en esas áreas tan importantes para un pueblo, donde va el recorte, o mejor dicho, el sacrificio, ya podemos dilucidar por dónde va la cosa.
Cierto es que lo que se sacrifica tiene que ver con las únicas posibilidades de desarrollo y de transformación: la educación y la cultura. Es algo que se sabe a todas luces, se ha dicho hasta el cansancio por intelectuales, educadores, hasta por políticos más conscientes.
Freud consideraba en su artículo, La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna (1908), que el camino para favorecer la satisfacción pulsional era la educación. Y aunque ahí Freud criticaba el tipo de educación represiva del momento, no dejaba lugar a dudas sobre la importancia de la educación.
Posteriormente Freud (El malestar en la cultura, 1930), retoma el tema de la educación y la vía de la sublimación, analizando que es en el trabajo psíquico e intelectual, donde el sujeto puede sublimar las energías agresivas, y que de no hacerlo, se condena no únicamente a mantenerse en el espectro de la repetición mortal, sino que advendría socialmente un plus al ya inmanente e inseparable malestar cultural, el que claro, se puede generar en las escuelas.
Cuando analizamos el discurso político, no dejamos de pensar en cómo esto se ve traducido en la vida diaria de las escuelas por ejemplo. Recorte en gastos que se cree son menos urgentes en las escuelas, y donde casi siempre se sacrifica lo que más les gusta a los niños: actividades artísticas y recreativas.
Quiere decir que cuando hay menos espacio para la recreación, para el trabajo cultural como decía Freud, tenemos reducción en procesos de sublimación y por lo tanto, pulsión mediante que no se detiene, más síntomas en las escuelas.
Tanto educadores como padres de familia podrán voltear no hacía la reproducción del discurso oficial que como ya vimos, nada quiere que cambie, pues ellos buscan preservar.
Si hacemos como el gobierno en la cotidianidad de los hogares, gastando más en seguridad que en actividades recreativas –y pensemos no sólo en relación con el dinero, sino más importante en el tiempo que se destina-, estaremos además de reproduciendo un discurso de miedo, apoyando la construcción de ambientes de miedo.
Ahí es donde apuntamos la contraindicación que señalábamos arriba, acerca de destinar más recursos al tema de la seguridad.
Como señala Adela Cortina (¿Para qué sirve realmente…?la ética, 2013), al gastar más en seguridad, se constituyen cúpulas de hierro, las cuales más que ofrecer seguridad provocan miedo y una lógica de la violencia.
A la larga, claro que sale más caro: miedo es igual a violencia, y ésta es igual a síntomas nerviosos, lo que en suma conduce al resquebrajamiento social. No es difícil ver el círculo vicioso que se encuentra en algunos discursos de miedo, como tampoco lo es desmarcarse de ellos.