Desde 1994, el 9 de agosto se celebra el día internacional de los pueblos indígenas con el motivo de respetar y hacer valer los derechos que tienen todos aquellos pueblos que han podido sobrevivir al mundo actual.
Se habla de los derechos a su identidad, a su cultura, pero en la realidad vemos que más allá del festejo oficial suceden situaciones que ponen en la adversidad a la comunidad indígena.
Nos referimos por ejemplo, a que a nivel nacional, en el tema de la educación, el tema del indigenismo en México ha quedado rebasado en los planes de estudio. Se aborda de manera resumida el tema, como si sólo se tratara de una pequeña parte de la historia de nuestro país.
Además, las lenguas cada vez son menos respetadas en tanto las escuelas no procuran que se estudien ya que no son parte de la aldea global, donde lo único que parece ser necesario aprender es el inglés y la computación.
Es algo que las escuelas normales ya están resintiendo: la desaparición del estudio de las lenguas originarias, para dar paso a lo moderno, a lo actual, a lo que sí conecta con el mundo.
Pero decíamos que hay situaciones que ponen en desventaja a la comunidad indígena de México –y seguramente de toda Latinoamérica-, y se trata de todo aquello que tiene que ver con la pérdida o desaparición de las mismas.
Se sabe que en nuestro país existen más de 7 millones de personas que hablan alguna lengua indígena, alrededor de unas 68 lenguas originales, las cuales, el 70% de ellas están en riesgo de desaparecer por dos razones poderosas.
La primera y muy importante tiene que ver con la discriminación de las personas que hablan alguna lengua indígena, lo cual parece increíble a primera vista pero es real.
En el mundo tecnificado y global que tenemos, alguien que hable una lengua que no es la usada en los medios, resulta inservible, casi un lastre, de ahí que la persona que habla su lengua materna adquiera la idea de que su forma de hablar no sirve.
Es un asunto psicológico si lo vemos a detalle, ya que la descalificación incluso tácita de la que son objeto los indígenas ante su lengua, repercute en su personalidad, dejando efectos de retraimiento y soledad.
La otra fuerte razón es el fenómeno de la migración por parte de los indígenas a las ciudades. Con ello, el indígena se ve obligado, si es que quiere trabajar en la ciudad, a usar una lengua que no es la suya, muchas veces dejando en segundo término hasta sus tradiciones y cultura.
El problema con esto último radica en que, una vez que el indígena se ha asentado en la ciudad, con todas las precariedades que uno pueda imaginarse, sus descendientes ya no hablan como los abuelos, y es lógico esperar que la lengua vaya perdiéndose en el olvido.
Como podemos entender, no se trata sólo de decir y oficializar un supuesto respeto a los pueblos indígenas, de lo que realmente se puede ocupar ya el Estado como la misma sociedad es de establecer una filosofía distinta en relación a la comunión con los pueblos originarios.
Una filosofía que se decante precisamente en verdaderas políticas que además de tolerar o respetar al indígena, lo dignifiquen tomando en cuenta sus ideas, su cultura, sus propuestas.
Cada vez parece más amplia la distancia entre el periodo prehispánico y su legado, y la vida hipermoderna.
Cada vez es más notable cómo las ramas, las hojas del árbol, se olvidan de las raíces que les dieron vida.
Este 9 de agosto, más que festejar a los pueblos indígenas, tal vez sea más importante dejar ver la sociedad que somos en tanto el indigenismo que nos precede.
Ellos no necesitan de nuestro respeto a manera de tolerancia, ellos tienen definida su identidad, y no como muchas veces se nos hace creer, pero la sociedad sí necesita regresar a sus orígenes, a las palabras de esas lenguas que mucho representan la cultura que a pesar de todo seguimos conformando.