En la primavera de 2009, el poeta y ensayista vasco-venezolano Josu Landa (Caracas, 1953) visitó Aguascalientes, para leer su obra junto a otros poetas en las Jornadas de Poesía que culminaban con la entrega de uno de los premios más codiciado por los poetas que viven en México.
Aquel año lo obtuvo Javier Sicilia por Tríptico del desierto, que generó una polémica en torno de la originalidad de la obra… Aprovechando su estancia, Landa impartió un curso taller de poesía y crítica en el Centro de Investigación y Estudios Literarios del Instituto Cultural de Aguascalientes. Además de seguir con interés y emoción sus exposiciones, conocí su obra poética y ensayística. La segunda, reunida en el flamante volumen de 464 páginas bajo el título de Tanteos (Afínita Editorial, 2009), puede definirse como la escritura de un filósofo con talante poético.
El libro se divide en tres partes: “Tanteos”, “Mediaciones” y “El rincón de los demonios”. A su vez, la primera parte consta de tres secciones: “Cosas de la palabra”, “Cosas del devenir” y “Cosas del asombro”. El acierto del título consiste en suponer al ensayo como una exploración que compromete al explorador, quien tiene la única medida de lo cercano y lo lejano, responde por la aproximación. Desde luego importa la materia del acercamiento, pero aquí cabe destacar la calidad del movimiento, que tiende hacia “cosas” como el verso libre, la democracia y la belleza. Entonces entra en acción la formación filosófica del autor, para imprimirle rigor a la reflexión, dejando sin embargo margen de maniobra al poeta. Más aún, el hilo reflexivo avanza impulsado por la creatividad y el afán de descubrimiento, conservando su coherencia con sus puntos de partida. Todo con sencillez y claridad contrastantes con la complejidad y lo escurridizo de la poesía.
Así queda entendido en el primer tanteo, justamente el que abre el libro: “Para pensar la crítica de poesía en América Latina”. En varios apartados, señala la diversidad de procederes de los autores que han ejercido la crítica de poesía, reconociendo el ensayo como la forma privilegiada para realizarla y la academización de la crítica. Especialmente en los años setenta del siglo pasado, se escribió una crítica de poesía que aprovechó las herramientas científicas de la academia, sin abandonar las armas de la intuición. Apareció entonces la forma de crítica que le interesa a Landa, la que se concibe como un acto creativo: la “crítica poética de la poesía”.
Una consecuencia de dicha postura se refiere a la importancia de la calidad del lector de poesía en la ejecución de la actividad poética. Tal importancia tiene que ver más con su carácter predominantemente subjetivo, pues corresponden al sujeto lector más que al objeto leído, aunque no por eso pierde su relevancia como fundamento del acto estético. Además, se refiere a una cualidad que no puede confundirse con la erudición o el conocimiento informado de diversas materias. La intuición, facultad imprescindible en todo lector, tiene grandes oportunidades en la crítica de poesía. Entiende la intuición como “descubrimiento y contemplación de eventos, a partir de una relación entre sujeto crítico y objeto poético”, orientada por la filosofía y la ciencia que moderan los excesos y pasiones de la subjetividad crítica. Así el lector-crítico contribuye a hacer posible lo poético con los elementos similares a los usados por el poeta-escritor.
Pero el cumplimiento de lo poético tiene otras implicaciones más allá de lo escrito. En el segundo ensayo, “Entre la piedad y el poder”, Landa afirma que “la clave profunda de la lectura y de la labor crítica no radica ni en el texto ni en el lector-crítico vistos en abstracto y aisladamente, sino en la relación que ambos sostengan con las más hondas exigencias de la vida”. Luego cuestiona la idea socrático-platónica del arte mimético, para un lector que ya no acepta la pre-existencia de una realidad a la que el arte imita. Este “hacedor postmimético” tiene el poder de juzgar tradiciones y desecharlas o disfrutarlas, e inventar cosas que no existían en el mundo. La voluntad de poder opera en la poesía como una fuerza que ordena y da sentido al mundo. Pero en la crítica adopta la forma de canonización o condena de obras y autores, no siempre por razones válidas desde el punto de vista literario.
En lugar de evitarlas, Landa recomienda la “buena utopía” de fomentar las facultades del juicio crítico en cada lector, para que el valor de las obras se establezca como resultado de un diálogo creativo entre los lectores, “como sucedía en la Grecia clásica”.
Hay más temas en los otros apartados del libro, especialmente en la segunda, dedicada al estudio de varios autores de diversas épocas y lugares. Desde ellos, nos invita a ejercer la lectura crítica, también como una aproximación a una realidad inagotable.