Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y él le dijo: Me llamo Legión, porque somos muchos.
Marcos 5:9
David Eagleman dice, sobre esta disertación, que estamos hechos de 37 billones de células, y éstas, viven en una escala de tiempo y espacio muy distinta a nosotros. En términos de cooperación, todo un sistema funciona como un solo organismo que se mueve. Damos a esos organismos nombre, como David o Sarah, para poder seguirlos. Pero hay una competición que ocurre en todas las escalas n el interior de estos organismos.
En el cerebro, por ejemplo, hay distintas redes que quieren cosas distintas: una parte de ti quiere comer galletas y otra parte no quieren comer galletas. Esas redes pelean como partidos en un parlamento para llegar a decisiones.
Sorprendentemente, al final de todo esto, seguimos atados a la persistente ilusión de que somos indivisibles: es decir, que somos individuos.
Ernst Mach, ya lo había dicho: el todo es más que la suma de sus partes. La idea enuncia las virtudes del pensamiento holístico. El todo, está por encima de la individualidad.
Así lo afirma el budismo; la idea contraria al paradigma occidental. El desapego del ego, del yo. La unificación con el todo.
Así lo dijo Anaximandro. Habló del ápeiron; esa totalidad a la que estamos destinados, porque el hombre es resumen del universo, dice Empédocles. Conocemos por el principio de simpatía: lo semejante conoce lo semejante. Para conocer el universo, debemos conocernos a nosotros mismo. Para él, todo está hecho de los cuatro elementos.
Una leyenda hindú dice que los dioses buscaron esconder la felicidad para que el hombre no la encontrara tan fácilmente. Pensaron en el mar; pero el hombre algún día podría internarse en sus profundidades. Pensaron en el cielo; pero el hombre algún día alcanzaría las nubes. Quizá en la tierra, se dijeron los dioses; pero no tardarían en desenterrar los secretos que escondiera. El fuego; pero llegará el día que el hombre lo controle. Vamos a esconderla en el último lugar que se les ocurra buscar: en su corazón.
La respuesta es una paradoja. Si todos pertenecemos a la totalidad; todo está contenido en esa unidad. El todo es un individuo. El individuo es muchos, es él mimo de distintas maneras para conocerse. El grupo y el individuo son lo mismo.
Por eso nos sentimos solos. Aunque estemos acompañados, nos sentimos solos. Somos tantos que somos uno. Uno, condenado a la soledad.