«Hay un mundo de sueños, conformado de vivencias, experiencias y lecturas que buscan expresarse a través de una forma literaria. Pudorosa penumbra gira en torno a un universo literario plasmado humanamente en una de sus protagonistas, Cristina, que encarna la tragedia de la España que truncó el levantamiento militar de 1936».
Con estas palabras presentaba Luis Arias Argüelles-Meres una novela que también es ensayo. La historia, plagada de referencias literarias, nos acerca a la figura de Lorenzo, un profesor que sueña con escribir como nadie lo ha hecho, y que lo que consigue es disfrutar escribiendo sobre lo que escribe mientras da forma a su ensueño dorado.
«Cristina emergió como una aparición. Se diría que todo brillaba en ella, empezando por la palidez de su piel, cuyo aspecto no era enfermizo ni demacrado, sino propio de una persona que no se expuso al sol, ni tampoco se sometió a sesiones de lámpara para lucir el bronceado que los imperativos de la moda demandan. Y es que aquella palidez suya era la propia de una persona que estaba —¿cómo decirlo?— a resguardo del mundo exterior, atrincherada contra los dictámenes de la estética imperante, protegida por sabe Dios qué misterios y dolores».
Lorenzo es un soñador y su prosa es a veces poética. Lorenzo es un personaje que escribe, un intelectual que sucumbe ante una mujer de piel blanquísima que jamás se quita las gafas de sol. El amor que experimenta Lorenzo es completo, platónico, perfecto. Un amor imposible, un amor donde la mujer elegida es símbolo, ensueño, evocación.
«Se diría que en aquella mujer el sufrimiento y el pudor libraban una singular batalla. Pudor que intentaba encubrir sus congojas no sólo presentes. Pudor que pretendía esconder su forma de mirar el mundo, que no deseaba compartir con los demás, al menos, de entrada. Se diría que por nada del mundo estaba dispuesta a permitir que pudiesen conocerse a través de su mirada las impresiones que le causaban su personal repertorio de imágenes, tanto las que tomaba del natural como aquellas otras que desfilaban por su interior».
Luis Arias Argüelles-Meres escribe con precisión, no sobra ni una sola palabra en esta obra, la prosa es neta. Se podría decir que es un libro culto escrito con sencillez, una novela ensayística que también ensaya sobre sí misma con una entrañable metaliteratura unamuniana.
«Se podía intuir que habitaba en ella un sentimiento, no sé si trágico, pero sí al menos dramático de la vida. Y, en todo caso, un desgarro reciente, muy lejos de haber sido superado».
Pudorosa penumbra podría ser también una de esas novelas que el autor «no desea que nadie lea, porque eso supondría violentar su muy querida intimidad», pero Lorenzo, al contrario que Cristina, es un novelista del yo, un escritor que necesita compartir lo que es y que al final lo conseguirá sin ni siquiera darse cuenta.