Uno de los pasajes bíblicos que podríamos considerar como uno de los más enternecedores es cuando intentan presentar a unos niños ante el Mesías; unos discípulos necios reprenden esta acción mientras que Jesús dice: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de tales es el reino de los cielos” (Mateo 19:14, RV60). Muchos comentaristas bíblicos mencionan la inocencia de los niños, quienes lo creen todo.
Ahora, usted como lector se preguntará, ¿por qué hablar de cuestiones bíblicas? Bueno, se trata de una sencilla pero abrumadora razón: porque resulta demasiado paradójico que, mientras el fundador del cristianismo promete el reino de los cielos, sus “representantes” hacen vivir un infierno a cientos de niños mediante la práctica de la pederastia.
Resulta interesante ver cómo la sociedad occidental ha creado una oposición hacia la Iglesia (entiéndase por la Iglesia católica apostólica romana) después de vivir sometida a la “obscuridad” del medievo. La Reforma (Lutero, Calvino,etc.) llevó consigo un dinamismo cultural que no terminó por diferenciarse del autoritarismo católico: el ateísmo surgió, con mayor auge en el siglo XIX, como oposición a la fuerza de las instituciones eclesiásticas.
De aquí que Nietzsche expresara: “Dios ha muerto…Y nosotros lo hemos matado”. Un escupitajo a los carentes valores cristianos de la época de Nietzsche. Marx también entra a escena con su Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (1843), donde expresa: “La religión es el suspiro de la criatura atormentada, el alma de un mundo desalmado, y también es el espíritu de situaciones carentes de espíritu. La religión es el opio del pueblo”.
Dos personajes que ven a la religión, a sus instituciones y sus valores, como un “tope” en el progreso de la vida occidental. Ni el “superhombre” ni la libertad filosófica podrían avanzar hasta que el enorme edificio religioso se resquebrajara.
Pero hoy, en pleno siglo XXI, la Iglesia Romana se encuentra con otro grave predicamento: una nueva oleada, no tanto de ateístas que buscan la libertad de la conciencia, sino de su propia feligresía que está dejando de creer en la misión de la misma institución. Más allá de las nuevas generaciones quienes no sienten apego por la religión, el problema viene desde el interior, desde los fieles quienes ponen en duda la “santidad” de los sacerdotes.
Los escándalos sobre la pederastia practicada por sacerdotes no es nada nuevo, lo cual es bastante lamentable, ni es la primera vez que se acusa al Papa de encubrir estos casos. Sin embargo, en estos últimos años, la cúpula pontificia se ha puesto en contra del propio Papa. Documentos privados del Vaticano, que fueron considerados como “robados”, han sido publicados en periódicos italianos mostrando cientos de casos similares.
El exnuncio en Estados Unidos, el exarzobispo Vigano, no sólo exigió la renuncia del Papa, sino que también denunció que él ya había señalado, desde junio del 2013, al cardenal estadounidense Theodore McCarrick como un depredador en serie. La principal denuncia de Vigano es que, el Papa Francisco, conociendo este caso, protegió a McCarrick. Y como este caso, hay cientos.
La propia Iglesia Apostólica Romana está entre la espada y la pared; por un lado, ante el posmodernismo, parece ser una institución incapaz de evolucionar; por el otro, no ha logrado frenar la corrupción y la violación de su propio clero. Ejemplo de ello es Irlanda. Uno de los países europeos que, en apariencia, era el máximo representante del catolicismo y de cuyo seno surgía la mayor parte de los sacerdotes.
Aquel bastión del catolicismo europeo se ha erosionado: la legalización del aborto y de los matrimonios igualitarios doblegaron a la ideología católica. Pero lo que la sociedad no ha perdonado es el silencio ante los actos de pederastia por parte de la iglesia irlandesa. En agosto del presente año, nuevamente el Papa Francisco intentó recuperar lo que queda de influencia católica en Irlanda. La respuesta no fue la esperada.
Las calles vacías de Dublín fue la perfecta alegoría de la irritación irlandesa por el silencio y encubrimiento de la Iglesia hacia las violaciones de cientos de niños. Le dieron la espalda al “Vicario de Cristo”, así como Dios le daba la espalda a los niños que fueron violados. El 16 de octubre del presente año, Francisco dijo algo poco alentador: la pederastia es un escándalo mundial en la que la participación de los curas es de un 2%. ¿Cinismo o incompetencia? Tampoco es que sirva el Mea culpa del Pontífice.
Mientras tanto, la Iglesia Romana parece seguir resquebrajándose; sigue encubriendo sus delitos: los niños violentados se vuelven adultos quienes se preguntan ¿y dónde está el reino de los cielos?