De vez en cuando se vale
Se vale el rocío
en las laderas de la rosa,
plumas de colibrí
en el tornasol de la arena,
reflejos mudos en el agua.
También cristales donde las sombras
reflejen almas olvidadas,
de vez en cuando.
Se vale tener de vez en cuando
el universo en las cuencas,
con estrellas, polvo y galaxias.
Poseer vehemencia:
aliento donaire que es brasa de hoguera
-palparla en la boca del estómago es la doctrina-.
Escape el diente de león al olvido,
se vale,
y en la huida acaricie labios, crisantemos, copos de nieve,
horizontes engarzados a sollozos,
que acaricie incluso al vaho sanador de las mañanas.
Se vale implícito en los ojos
un sentimiento de exultante sutileza
que nos abrace cada tarde.
De vez en cuando,
ya que todo se ha mirado,
se vale estar o no estar en este tiempo,
decir te amo a puño cerrado,
abrazar al silencio en silencio
y callar a besos ánimas ocultas.
De vez en cuando se vale la soledad
muy dentro de las campanas que suenan y resuenan
con profundo eco en los ojos.
¿Este presagio, se vale?
Algo cambia, algo en el pecho
Para aquel que lo puede todo…
Hay rocas que ebullen con la furia de mil huracanes en mi pecho,
gaviotas que traspasan oscuridades de mis manos,
murmullos que inclinan la mirada,
un temporal de frutas invencible
e inmensos torrenciales de hojarasca.
Cambio como cambia el norte,
su frío invade resquicios en mis hojas,
congela ojos del ojo que lo mira todo;
en las tardes de temples álgidos
cambio soles por ducados austeros
para adherirlos al rostro
y hacer auroras con la luz que desatan.
Hay estambre en el pecho
suficiente para zurcir el horizonte al vértigo,
inventar plumas de colores,
incluso tallar a viento esferas descomunales
que servirán para arropar silencios
después de tatuarlos en la frente.
Algo cambia en mis plumas,
ya no encuentran nido en el viento,
repelen insignias encontradas en cada esquina.
Algo cambia en mi pecho,
el flujo en mis venas es lava que se limita al rojo;
el semblante es diferente.
Aquella ave
Un pájaro desde aquel árbol observa.
¿Qué preguntas lo azoran?
Dice:
Qué extraña criatura,
pocas veces aletea,
su canto es decadente, impropio.
Observa,
el sol inmenso en el piso,
las hojas que agitan la exhaustiva ausencia,
al viento entre remolinos de polvo
los pétalos en el calor sofocante,
las plumas de la bugambilia,
la paloma que anida la memoria,
sombras que huyen de la hojarasca,
voces entre árboles,
el ave sobre el pasto verde con el pico atormentado,
el adiós de la palmera,
la luz que no tiene nombre.
Pero insiste e insiste e insiste:
¿Qué rareza de espécimen,
su penitencia lo maltrecha?
¿A qué inútiles parvadas pertenece?
¿Qué tristeza se agrieta en sus ojos?
¿Acaso los Azores lo inmutan?
¿El tiempo lo inhibe?
¿Algún Dios le marca dogma?
¿Los rayos de la lumbre derriten su tiempo?
¿Hay anti piedras en el vértigo que lo silencia?
¿Un espasmo es su filosofía?
Tal vez esconde la mirada detrás de esa máscara
para evitar llamas azules
e invocar la noche de las cosas?
Me compadezco:
No se encuentra cóncavo en el espejo indeleble,
su trino elogia blasfemias,
en la frente no le caben más arrugas,
quizá el sudor que le escurre
penetre recuerdos inmaculados
o los pecados a cuestas
le impropien risas mal paridas,
los enigmas lo inquietan,
las gotas que le caen verticales
no sacian su rostro,
su andar es imperfecto,
las hojas en su pecho se indisponen,
lleva tatuado en su regazo lúgubres horas,
su vuelo no cabe en mi aleada;
soplaré un filamento para sus pasos inexplicables,
y un canto celestial para su júbilo cándido.
Sin duda,
esta especie es un aliento efímero.
Árbol solo
Se dice
que un árbol solo
es cuestión de viento recorrido…
Alto surtidor del viento:
espejo de sombras
que arquea su semblante.
Copo de sol
sobre la luz adherida a los crisoles.
Cabizbajo silencio
entre voces de hojarasca.
Torbellino de soledades
sin retorno al principio de las cosas.
Pétalo inocente
entre arboles erguidos a semejanza.
Fantasma entre las sombras del relámpago,
que viste soledad de etiqueta.
Puerta que se abre y cierra
al vaivén de las alas del pájaro.
Chorro rebosante de ámbar
para contener la vida
dentro de la vida ausente.
Soberbia ausencia
en la gramática del comienzo.
Elegante dios en la espera infortuna
de las plumas caídas.
Soberano de juicios emitidos
contra la noria.
Majestuosa estatua
que camina solo en línea al tiempo.
No hay canto que conmueva más
a las hojas retoñadas en sus raíces.
Su río se conmueve al pie de la fronda
cada invierno de luna,
se desliza sobre sueños subyugados
desde tiempos inmemorables.
Albornoz de su propia insistencia,
agita su melódica de aire,
danza entre enormes ráfagas que lo inquietan.
Brújula de los cuatro puntos cardinales
cuya investidura se asemeja sólo al horizonte.
Poesía deletreada sobre ramas entreabiertas,
con una escritura a media tinta o tal vez de tinta a media escritura.
¿Acaso libertad bajo palabra?
Semblanza:
José Germán Solórzano Hidalgo (24 de Noviembre de 1976; Tuxtla Gutiérrez, Chiapas). Miembro del Taller Literario “Syan Ka´an” de Bacalar, fundado por el Poeta Ramón Iván Suárez Caamal y actualmente parte de la Asociación Civil “Espiral Artística Colibrí A. C.” Es Licenciado en Educación Primaria. Sus poemas han sido publicados en algunas revistas tanto impresas como electrónicas, entre ellas “Trinchera” de Chilpancingo y “Tropo a la uña” de Cancún; periódicos como el Heraldo de Chiapas, Por Esto de Quintana Roo y en antologías como: “Desde los siete azules”, Bacalar, 2016; “Donde Nace el Oxígeno”, Cd. México, 2016 y “La estación de las espigas” haikú internacional, 2017; entre otras. Publicó el libro de poesía “Introspectum Vide” en 2105. Reside en Quintana Roo desde la niñez y actualmente en Bacalar donde se encuentra preparando otros poemarios, realizando actividades de promoción cultural y literaria como colaborador de la Casa Internacional del Escritor de Bacalar, Quintana Roo.