Quién dice que soñar no cuesta nada
Ayer extorsionaban al vecino de enfrente,
tan sólo uno de tantos propietarios
de farmacias, tendejones, boutiques, tlapalerías,
que han tenido que cerrar.
Tuvo suerte de que no lo secuestraran
como al doctor que vive en la otra esquina
quien aún tiene la deuda
del dinero que tuvo que juntar su familia
y las marcas de anillo en todo el cuerpo.
Sólo las tiendas grandes no se afectan
como el supermercado en la avenida,
cuyo estacionamiento
es también territorio de la mafia,
donde en cualquier momento vienen y te llevan y…
De un salto me doy cuenta de que fue un hermoso sueño
en el que todo esto
le pasaba a alguien más.
Con estas ligaduras entumiéndome los brazos,
y los golpes aún frescos,
aún con la capucha, a ver si puedo
volver a soñar.
Se cayeron los santos
Al cerrar la cortina,
a un reclamo del viento,
volaron al abismo de la fragmentación.
Ya jamás sus astillas alcanzarán la gloria
tras esta triste página pasada por el aire
como la guillotina que cercena las eras
o el vórtice implacable de los tiempos
que todo lo trastoca.
Vendrán otras figuras que ocuparán su sitio
de similar dureza en la mirada.
Gobernarán el mármol, ahora despoblado, de una mesa esquinada.
Reclamarán un día su divino derecho
de volar ellos también con vientos nuevos,
por los siglos de los siglos.
Radio Vaticano
La gente pasa a mi lado y se persigna.
Refugiado a la sombra de una iglesia que se impone tanto como el sol,
cuento veinte autobuses por minuto —ninguno es el que espero—,
mientras voy renunciando, una a una, a las virtudes teologales
y me convierto en ídolo de piedra, sediento de la brisa redentora,
fresca como la sangre de todos los que pasan.
La sombra va cediendo y el astro endemoniado
ya me pisa la punta de los pies.
“Es la una cuarenta”, dice el radio de un coche
que Dios omnipotente ha enviado
para echarme el tiempo en cara, entre ráfagas de humo.
Y a todos los que miro persignarse, les importa un carajo.
Semblanza:
Fer de la Cruz, M.A. Poeta yucateco nacido en Monterrey, Nuevo León, México, en 1971. Tras graduarse del Máster en Español por Ohio University, fue profesor fundador de la Escuela de Creación Literaria del Centro Estatal de Bellas Artes, en Mérida, Yucatán, donde laboró por cuatro años. También impartió dos semestres del Seminario de Escritura Creativa en la Universidad de Quintana Roo. Actualmente coordina el plantel Centro Histórico del Centro de Idiomas del Sureste. Es autor de varios títulos de poesía y ha recibido dos premios nacionales, dos regionales y dos estatales. En sus libros, publicados e inéditos, transita del poema lírico al narrativo, de la tradición a la ruptura, del amor a la sátira (mejor reír que llorar) y viceversa.