Poemas de Tomás Sánchez Hidalgo

Sirios

 

Esquivaron el Final, pero también su propia tierra

(tierra sin raíces,

sin pueblo),

las auroras que los persiguieron,

cieno el color del corazón en octubre.

Transparencia en el sector financiero, claro.

Y hoy no llevan micro,

acaso un pincel.

Azul para expresar su pena,

azuldespués para dar temple al caos,

azulcierre para despejar el cielo de nubes grises.

Admitiendo, para entonces,

un súbito viraje al suelo:

habrán de pintar, también,

niños que jugaban con las llamas.

 

 

 

Apprentices

(A los caballos los matan, ¿no?)

 

Llueve.

En Chicago hace menos veinte grados.

Es un problema extensible a Nueva Inglaterra.

Llueve.

Sospechamos la existencia de un paisaje lunar,

muy lejos, al sur,

más allá del horizonte

(donde nuestras fincas azules

limitan también con la NASA):

sonidos a las tres de la madrugada,

procedentes de autopistas acaso invisibles,

escenario, hoy,

del traqueteo de cascos de los caballos:

se oye todo, en una alucinación muda,

y, en este western,

surge el milagro de la vida:

aquí, en el sur, también llueve,

y, en paralelo,

percibes igualmente cómo brota, de este suelo azul,

el agua nocturna.

Los caballos beben entonces deprisa,

entre destellos,

en un entorno mágico.

Y ¿llegan a echar de menos? el calor extremo,

y relinchan;

un tiempo después, de nuevo su trote:

han de volver a la luna.

Las lluvias han sido constantes,

durante toda la jornada,

sobre todo por la tarde

(es necesario, en esta frontera,

el uso de cadenas.

Y de un Muro,

¿no?).