Hay una casa en donde mis sueños alcanzan a expandirse por lo alto de su techo.
Recorren los pasillos y entran a los cuartos sin puertas.
En esa casa puedo ser o no yo la que entra y se recarga en paredes viejas
acaricia al perro
y observa como gato la expresión de sus ventanas.
En esa casa vive más mi etéreo yo que yo misma en la mía donde no encuentro mi lugar.
¿Será que en esa casa la alacena guarda una cama al fondo y es la metáfora perfecta al despertar,
que no hay puertas más grandes como el profundo color de mis días y me anido vagamente en el silencio acompañado,
será que existe un recuerdo de mi otra vida donde flotaba por pasillos largos
o que añoro respirar todo aire en un solo cuarto,
será que me otorga libertad de pájaro una gran jaula
y puedo abrir mi paracaídas sin aterrizar?
¿Será que existe una casa en donde mis sueños se puedan tocar y pegarse a los de alguien más?
Esa casa contiene un tragaluz de eternas lluvias
a veces las lluvias refrescan el pecho y otras lo calcinan
a veces esas lluvias son dos mujeres sentadas en un sillón a medias del tragaluz donde el silencio es la amiga perdida que no encuentran
y el espejo que se construye entre ellas es una esfera infinita en el vórtice de sus pupilas
el tragaluz las traga
las convierte en un objeto más dentro de esa casa
inmersas en sí mismas contemplan
todo señala para arriba en donde una escalera las lleva al cielo.
***
Ciento cincuenta espejos a la altura de tu mirada comienzan a girar
reflejan cómo cepillo mi cabello mientras una melodía hace eco
vuelas aire y yo sigo en plataforma de nube bajo el agua
sube y baja compás de la marea
el reflejo persigue nuestras libélulas sin alcanzarlas
entre espuma
se condensa el calor
y la noche emerge como tentáculo de iris
amenaza con avisarte dónde estoy
amenaza como luz de esqueleto en tus ojos y ese lunar que me mira tan-bien en el galope
caminantes de cuadras
cuadras de sombras y miradas
y no hemos dejado rastro como estela ni migajas de pan.
Hemos de devorar todo cuanto toquemos
hemos de abrir nuestras bocas para cantar
nuestros cuerpos se entumecen en este mar de libélulas
nuestro giro aguarda
con tibieza de infante
en la oscuridad de su cuarto mientras duerme.
En el borde de mi labio donde la montaña se curva para dar un beso
tu lengua se balancea abriendo refugio
el caballo del tiovivo no me deja partir
calma la madeja de la noche en tus intranquilos dedos
para exhalar fragancia de sábanas blancas llamadas mar
tu hilo
un susurro de abeja inglesa
un arrullo de motor cigarra
un espasmo en el pecho de la ciudad
ya hizo un mapa.
***
Dime que estás aquí para llenar mi boca de orquídeas
para saciar mis heridas con los colmillos de tu ternura
aunque guardes la soledad en casa sin pronunciar una oración como el océano
y llenes aire púa que escurre besos en búsqueda de miel.
¿Puede el viento quemar la piel como la flama?
Me equilibro sobre tu escalera de espejos
no he alicaído
tu mirada exploró mi lobreguez como las cavernas de nuestro pecho
y pude contemplar tu cara en a la mía
ahí
donde se emanaba calidez desde una máscara
donde se contrae la ciudad y nacen los cíclopes.
Me resguardé bajo la protección de una farola
y en proceso de pulir me suavicé con la lija de nuestro tiempo.
¿Qué es el tiempo para nosotros cuando se distrae y deja que nos encontremos?
Yo no te he llamado golondrina
gracias por traer la primavera.
Semblanza:
Sofía Cham Trewick. Guadalajara, Jalisco 1987. Poeta y escritora. Participó en la escuela de Escritores SOGEM, en el libro en colectivo Hojas de Doce Voces (2008), editado por La Luciérnaga Editores, y es autora del poemario Un Trago del Aire que Respiras. (2015). Ha participado en varias lecturas poéticas y presentaciones de libros. Sus poemas han salido en diversas revistas impresas y digitales, tiene una obra de teatro poética, y actualmente es fundadora del Colectivo Chadabra, en el cual ha presentado más de 12 eventos culturales como el KnockOut Poético, Poesía en defensa personal.