Dionisíaco
Escribo, meo, cojo, me embriago, bailo con ratas.
Mario Santiago Papasquiaro
Un disparo de murciélago directo al pecho,
me lanza contra un pavimento frío, ajeno.
Palabras contenidas,
espinosas como nopales,
me hacen sangrar la boca.
La luz se arremolina en torno a mis manos.
Mi piel, línea telefónica estremecida,
transmite emociones en estado puro,
sin verbos/sin tergiversaciones.
Inclinado como el sauce sobre el río
intento recuperarme
del charco en el que me ahogo.
Abrazo a un clochard que me sonríe sin comprender,
su gran sonrisa ahumada vuelta hacia dentro.
Levanto los ojos al cielo que gotea.
La lluvia sobre mi rostro
disuelve la máscara.
Debajo, la Gorgona abre sus ojos petrificantes…
Giróvago
Las fuertes olas del Pacífico me limpiaron.
He recordado.
Filoso, como las noches de noviembre,
voy sacándome a Plutón de adentro.
Flores de cactus
crecen en mi casposa calvicie.
Caricia de sativa
me arrulla, me colorea.
En esa línea indefinible
donde se confunden los azules y los naranjas del crepúsculo
una paloma se prende fuego en pleno vuelo
con el último rayo de un sol extinto.
El alma vase pasando a otro lado,
aquí ya no queda nada más que a(l)mar.
Dormido, sobre una hoja de agave,
custodiado por una víbora de cascabel
encuentran mi cuerpo,
bañado por cascadas de estrellas.
Cuando abrí los ojos
escapáronse miles de esqueléticas carcajadas.
Gracias a la lluvia, que me ha quitado tanto…