Poemas de Mario Panyagua

Pasado por agua

 

El abuelo dijo/ mientras contemplaba las chisporroteantes brasas de una hoguera:

El sol planea su muerte cada día/ ¿Puedes ver el olvido en esas palmeras/ oscilando entre los frondos verdes de sus penachos?/ Mira ese silencio/ no lo escuches/ porque cuando alguien quiere oírlo se disipa/ se desintegra y va al cojitranco viento/ siempre al viento…/ Una vez vi a Dios en el silencio/ montaba la grupa de un atardecer/ y no tenía rostro de pergamino/ sino una sonrisa de oreja a oreja/ como un majestuoso semblante de cetrino cerro/ pero nadie busca al Creador/ el hombre sólo busca el paraíso/ Uno puede tenderse sobre el mar/ mientras la luz desnuda nos lame esa herida fresca que reside en el alma/ y buscar en el cielo/ el tan mentado huerto/ terminando siempre con una mujer entre las nubes/ con su aliento de brama/ cálido y cotidiano sobre todo el cuero/ ¿Comprendes?/ el hombre está perdido y condenado/ no importa cuánto mires cómo se quema el cielo noche a noche/ mientras tratas de descifrar en su escritura/ vertiginosa y esplendente/ tu destino/ Ése/ se llama mujer/ en ella inicia/ se inflama/ reverbera y/ palidece hasta ser polvo en el viento/ siempre en el viento…

Guardó silencio/ miraba las estrellas

Al otro día lo hallamos muerto/ tumescente y azul/ Llevaba a la abuela ahogada en sus pupilas.

 

 

Éxodo

 

 

*

Ebrio de la hierofanía de la montaña/ me refugié en el interior infinito del yo/ Nunca terminé de caer/ mientras tanto medité como árbol y me hice chopo/ Derramé mi semen/ igual que Onán/ y de la tierra brotaron dos unicornios: Serdepelios y Arcídides/ que me enseñaron a abandonar lo amado/ y a danzar descalzo sobre los pastizales rojos del Mictlán/ El desierto/ inútil espejismo/ me llevó de aquí para allá por todo el Trópico de Cáncer/ siguiendo al venado azul/ despojándome de mis ojos/ devoró también/ ¡oh insensato!/ mi corazón de niño/ Navegué el océano de las emociones bajo terribles constelaciones de gas y piedra/ pero las señales debidas las encontré en la materia oscura/ Caminé sobre el agua/ igual que el viento/ y su cauce me trajo a este pueblo de pirámides en ruinas.

 

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Una ciudad es devorada por el fuego tras una explosión súbita/ encuentro gente huyendo/ extraños rebaños que inmigran/ a una mejor fantasía/ Apareció el ángel y acabó con todo/ van diciendo/ y su lamento se arrebuja en los lagrimales

Tras tantos años de vagar por estos círculos del aire/ sospecho que el dedo de algún dios malherido y colérico/ me ha alejado de casa/ aquella donde quise la calma pero hallé el olvido/ busqué calor y encontré la intemperie/ Todo se ha ido muriendo junto conmigo/ y no sé hasta dónde me arrojará este exilio.

 

 

De la hermosura de los cuerpos muertos

 

 

Las moscas chapalean en los charcos de sangre

Moscas y escarabajos como perros en celo

lamben los cadáveres viscosos de la fosa

 

Los zopilotes circundan al paso del carro del sol

Los carroñeros de la nocturnidad demandan su parte

 

¡Hierven los miasmas y engordan los gusanos!

 

No se sabe si hay tierra en tanta fauna

No parece haber muerte en este cuadro.

 

 

Semblanza:

Mario Panyagua. Cronista, ensayista y poeta. Formó parte de la Compañía del Teatro Popular Universitario, dirigida por Rodolfo Alcaraz. Fungió como cronista de la revista Metrópoli Ficción (2013-2015). Fue becario por parte del FONCA (Categoría: ‘Jóvenes creadores’ 2015-2016, Disciplina: Letras, Especialidad: Poesía). Ha participado en diversos encuentros y recitales poéticos, y publicado en revistas como La Colmena, Algarabía, Laberinto (suplemento cultural del Periódico Milenio) y diversas antologías. De su autoría son los libros: Pueblerío (en proceso de publicación) y Los cisnes no cantan cuando mueren (inédito). Actualmente forma parte del Programa de talleres de la UACM, coordinando el curso: Libertad bajo palabra -de Cervantes a nuestros días- que imparte dentro de la Penitenciaría de la Ciudad de México. Cursa el último semestre en la licenciatura de Creación literaria.