Poemas de Leilanny del Castillo

Arrullo

La soledad y el inquietante murmullo lunar

se transformaron en la distancia perfecta entre dos cuerpos desnudos,

sin descanso.

Crearon uno a uno el movimiento,

entre humo y huesos de una piel sin memoria, sin rastro.

¿Acaso no se detiene el tiempo?

 

Hincapié

De la oscuridad salen tus labios -húmedos, insaciables-

se abren paso entre mis piernas,

temblorosas, escuálidas se adhieren a ti

vuelan hasta tocar lo invisible;

se penetran en un sólo fruto,

engendran en un mismo sonido el silencio,

se ocultan entre sombras –ni tu sombra me deja, ni de tu sombra me alejo-

ya conocidas por tus manos, descubiertas por tu mirada;

sigilosas, lascivas, corrompen, incitan.

Tus dedos como bestias feroces de un eterno hincapié del sexo.

 

Usted

Sería bueno saber que usted me piensa, aunque sea un instante, breve, fugaz. Sería bueno acostarse en su cuerpo, sediento de mí.

No me sé sin usted.

Usted debe escribirme un día o dos. No más. Debe platicar de mí a su sombra, al humo, al que pasa, debe hablar de mí, conmigo, de la noche.

Soy tan suya y tan ajena, soy su muerte. Me llamará, lo sé, me llamará en el momento en el que se le acaben las caricias, y me quedrá como yo lo quiero a usted.