Todos los martes me duele la muerte
Todos los martes, desde muy temprano, me duele la muerte.
Como el hermano gemelo que nunca tuve y siempre me dio sus rezos
o el nombre que mi abuela jamás consiguió ponerme
o el agua que evade a mi sed a cada rato,
me duele la muerte…
No tengo memoria porque no hubo tiempo
porque el desierto besó mis ojos
y la piedad nunca supo hallarme
yo he nacido para morir
la muerte se me sale de los dedos como un hueso arrepentido
yo estoy hecho de muerte,
de muerte y piel y pan y aguaceros
hecho de lobos y girasoles
y frío y sangre
de años y bosques y muerte
de páginas, de aviones y una canción desesperada
estoy hecho de ruido y sed y muerte
de cadenas, noches y pegasos
madera y muerte
hecho de hechuras, de ti y de nadie
hecho de mí y mi primo-hermano la muerte
hecho de la hora de la muerte
del trigo de la muerte
del lago de los cisnes de la muerte
de la soupe du jour de la mort
de la república de la muerte
del ácido clorhídrico de la muerte
estoy hecho de Hamlet y de muerte
de Monterrey Nuevo León y muerte
del hexágono de la muerte
del beso y de la muerte
de esta galaxia y de la muerte
y de la muerte
y de la muerte…
Hoy es martes y me duelo
yo soy la cáscara de mi muerte.
Tan temprana en el mundo
Tan temprana en el mundo
como un ayer recién nacido
te siembras pronta en una tierra escasa
y te florecen libros.
En tus manos caben bien tres milagros
y una llovizna miedosa,
los versos que llegaron tarde aquel domingo.
Hay gente que sale a pasear
con todos sus nombres y sus relojes.
Yo viajo solo con mi perro
que se fue huyendo.
Los días llueven como flechas
y yo me guarezco con las dos o tres ciudades
que uso como escudo.
Las noches se rompen en hilos
y hay cadáveres de luces y memorias
una niñez recién tramada, sin descanso.
Esa niñez de viejos
diluida en aguas verdes y ternuras
abominable
incierta
alumbrada
por un fuego sordo, de cobalto
Allá en las alturas brillan tus ojos cuartocrecientes
me arrancan sombras tibias, largas y sin perros.