Era venir desde el amor
y que nos faltara la noción del tiempo,
era dejar las memorias recostadas
en las oscuras aguas del sueño.
Era si tu voz brotaba desde mi costado
o sólo era el eco de tu sonrisa
en otra oreja,
seguir las migas de tus pasos
por las puertas de la casa,
esos laberintos francos
que se abren a las voces.
Era el perfume agonizante
a lluvia, la distancia que guarda
las caricias pendientes, las sonrisas
que nunca se cruzaron y andar
descalzos por donde el sol no pasaba.
Eran nuestros dedos murmurando
algo que nunca sabré,
porque sé que no estarás
y yo no sabré como desatarme los huesos de tu nombre.
***
Mi madre tiene la boca llena de muertos
cuando la primera taza de café del día
cuando sube al auto
cuando pide a dios por nosotros.
No creo pero inventaría un dios
qué matar si no escucha los ruegos
que yo escucho en las noches con la oreja pegada a la pared
casi abrazándola para que no llore
diciendo que la sombra también es la vida
que la muerte también es la vida.
Cómo extraño a la mujer que no conocí
a la sonrisa que le dio de comer a los venados
al beso que marcó el principio de mis tiempos,
que no sabe que el tiempo es el mismo
que somos nosotros los culpables de la incertidumbre.
Mi madre tiene ojos de batallas perdidas
y las manos llenas de cielo
mi madre tiene la boca llena de muertos
cuando baja del auto
cuando desconfía de dios y de nosotros.
Semblanza:
Egresada de la Escuela de Creación Literaria del Centro Estatal de Bellas Artes. Tercer lugar en el Segundo Premio Nacional de Poesía Jorge Lara Rivera, 2010. Ganadora del Primer Concurso Universitario de Poesía UADY. Premio Regional de Poesía José Díaz Bolio, 2012.