Poemas de Federico Novoa

Fragmentación

 

Ponte la radiante corona que teje la exactitud del último aliento

Y dibújate siniestra a nuestro lecho de descanso lunar.

Quiero dejar apenas esta huella repartida en cualquier esquina.

Dejar un bosque de locos

y música de colores entre las semillas del sol.

Pero extensa, triste y fabricada es esta noche.

Tengo tanto miedo de perderme

pero estoy aquí.

-2-

¿Dónde se tallarán las primeras palabras si no es bajo la beldad que quiebra las figuras del lenguaje?

¿Se sentirá acaso la cera de los labios quemando la conjura de los blancos muslos cuando ya la palabra nos invite a conocer la fragilidad en los frutos que ondean el gran bosque que replica en su apariencia?

Rozar la piel con figurillas empapadas de luciérnagas, afiladas en el aterrizaje de laureles conjugados, sería lo más conveniente para cincelarnos el registro de azules insectos.

Tratar de convencernos caminante que la vida está entre las estampas hacinadas en las espinas del quejido, que mirar sin horas hacia la carne primaverica de las afueras es encontrar la explicación penetral a toda la lascivia del argumento, porque belleza fue mentirle al otoño con promesas enriquecidas de mujeres y decirle que aquí acontece la canción encapillada de irreversibles partituras.

Decirle que el instante es un cuerpo en una mar llenando las distancias irregulares, decirle que la herida parsimoniosa del aire o la súbita piedad de la lluvia mojarán a media luz el vacío en la metáfora.

Así llegamos caminante entonces a describir la voluptuosa ensoñación de los cerezos, el guardián de los círculos que desató imprevisto la otra parte del verbo que en griego y liras
melifluas dejó sus flores bebiendo tan súbita tinta

 

 

Fragmentación 6

Tocábamos el piano con las piezas olvidadas de aquellos que nos miraban de nueve a doce frente a la ventana de la abuela. Sus ojos adormecidos en mares y apenas tambaleantes en su esdrújula contemplativa, dejaron constelados los plumajes de sus piedras en los silencios convencidos.

A mí me tocó emprender los viajes hacia la insaciable imprecisión de la lágrima, romper el tiempo con la piel groseramente envejecida y hablar mientras el rostro rayaba a ese alguien que vibraba en la palidez de la poesía.

La caricia que se entregaba diluida era el tacto de las hojas repartidas en el recital de los vientos.

Porque debí aprender a desplegar las alas mientras la formalidad del garabato se encerraban en la escasa exposición del músculo del árbol.

Porque éramos un astro rociados de alquitrán y horquillas semipunzantes presagiando los labios del vientre inútil. Como quien se arroja seguido de tumbas hacia todos aquellos inmovilizados en memoria, magia y veneno.

Porque a lo largo de las bocanadas de ceniza debí soltarme el vuelo y celebrarme disperso en domingos la época cementada de mis 40 mil años presurosos para digitarme la fotosíntesis de los ceros en el corazón.

Porque vivir era un acto orfebre en las cruces de los romanos cocteles.

 

 

Sin título

Ya no me reconocía al distribuirme en los procesos que describen actoral el soporte de nieve de mi quijada crucifijo.

Aprendí que la producción más inconsecuente de la prosaica, no puede llamar alivio a la forma y procesos que nos fueron necesarios a los miembros puntuales  del libre ejercicio de los encuentros. La hoja en blanco también es un espectáculo, la geometría del tacto sonriente.

Quise sentirte desde la intención de las sospechas,  para medirme los sueños de nuestros volcánicos decesos, que aprendieron que el banquete de los ecos desflorados es la autopsia de una mujer invertebrada  entorpeciendo la bestialidad del gran proyecto de la escritura.

Tengo toda una noche azulada dispuesta a volverse senderos del viejo Hamlet.

Dos Amaneceres descifrando en mis cuadernos camposanto la corazonada de los espectros besando mis manos de culebra. No recuerdo si la frase territorial fue pronunciada siempre en el mismo polen imperfecto de mi creación inacabada. Osadía mía es cesar con el nacimiento de los futuros partos y adelgazar el nombre a los instantes de la pujante estrategia.

Dame otro camino donde no se me recite más, el infinito, la Devoración, el hemisferio.