Poemas de Esther Galindo

Del libro Ártico

 

No habrá otro tren guiado por un caballo

su médula: esa vía para llegar a Cristo

y escondernos en sus llagas.

Vivimos encerrados en una costra

en la noche que inunda

los pastizales de espuma

abrevaderos

de saliva.

 

Ya no temo morir en una constelación errada.

 

***

 

Entiendo las comisuras de tu silencio

sirenas que cayeron lentamente

vistiéndote de blanco y humo

 

fuiste una lengua

reverenciando astros y muerte.

 

Aquí, en tu historia

hay una hendidura

que te cubre los ojos ante marejadas solares

y deshoja tu flama de su luz primitiva.

 

***

 

Me gusta cuando el sol pega en tu frente

tu piel se hace en transparencias

y puedo ver los rostros de tus hijos.

Me gusta si platicamos de lo inexacto

y solo escucho viento

veo tu mano de papel sobre las piedras

y tu pelo es una vértebra del sol

que se desmorona

contagiándome de luz.

Entonces te elevas

mientras cierro mis ojos de niña

y despierto con un montón de hierba en la cara.