Del libro Ártico
No habrá otro tren guiado por un caballo
su médula: esa vía para llegar a Cristo
y escondernos en sus llagas.
Vivimos encerrados en una costra
en la noche que inunda
los pastizales de espuma
abrevaderos
de saliva.
Ya no temo morir en una constelación errada.
***
Entiendo las comisuras de tu silencio
sirenas que cayeron lentamente
vistiéndote de blanco y humo
fuiste una lengua
reverenciando astros y muerte.
Aquí, en tu historia
hay una hendidura
que te cubre los ojos ante marejadas solares
y deshoja tu flama de su luz primitiva.
***
Me gusta cuando el sol pega en tu frente
tu piel se hace en transparencias
y puedo ver los rostros de tus hijos.
Me gusta si platicamos de lo inexacto
y solo escucho viento
veo tu mano de papel sobre las piedras
y tu pelo es una vértebra del sol
que se desmorona
contagiándome de luz.
Entonces te elevas
mientras cierro mis ojos de niña
y despierto con un montón de hierba en la cara.