Poemas de Carlos Llaza

 

Urbanidad

 

si es de mal gusto escribir

con espuma en la boca

mostrar los dientes

de caballo delirante

aullar de día

 

cómo soñar

rayos de sol entre las ramas

sin avivar el hambre

de las hojas secas

 

cómo no guardar silencio

si cada vez que nombro un árbol

se pudre el fruto

 

 

Naturaleza muerta

 

Mi madre separa los desechos vegetales

para tirarlos en los panteones

que ocupan el jardín.

 

Son dos rectángulos que albergan huesos

de aceituna, corazones de palta,

ojos de papa, esqueletos de púrpura.

 

Los ocupantes están cubiertos

de moho blanco y verde.

Las tumbas huelen a trago dulce.

 

Sé que en la calle las ratas hurgan

cuerpos de jebe, mientras en casa la nube de moscas

viene al asalto de mi cabeza.

 

 

La sobremesa

 

Al fin llenos, fumamos

y bebemos al sol

 

para estirar la carne

soltar los huesos

 

pensar en las palabras

que regresan

 

tejer los títulos que atrapan

los cuerpos nuevos

 

la música que aliviará

nuestra ceguera.

 

 

Gajes del oficio

 

Esto de trabajar de noche

junto al río

de hurgar bajo piedras redondas

y entre la hierba larga

como taxónomo de arena

para relojes

 

Esto de renunciar a ropas

tras una sola puesta

la voluntad enferma de afonía

sobre la cama de papel,

de preparar café para las horas

de abstinencia

 

Tal vez migrar cuando las aves

en busca de mejores humos

y reescribir la historia desde cero

y la insaciable antropofagia:

la voz al revés

como de dios

 

 

Santo remedio

 

¿Recuerdas cómo era nuestro cuerpo

cuando aún éramos dóciles

como la manzana que el puerco tiene en la boca?

 

No te preocupes por el motivo,

cualquier excusa es convincente

e irrelevante, como la palabra del trueno.

 

Todo tenía cara y aroma de comida;

el pasto, la noche, la hierba.

La tierra entera en nuestras manos

 

y agua de mar hasta el pescuezo.

No cabe duda, los mejores días—

mudar de piel libera del remordimiento.

 

 

*

Indecisa, la langosta

evalúa las opciones

a través de la pecera.

Tras insufribles minutos

 

por fin llama al mesero y

señala al gordito de corbata roja

quien al instante es arrastrado a la cocina

mientras los otros recuperan el aliento.

 

 

Semblanza:

Carlos Llaza (Lima, Perú; 1983). Poeta y traductor literario. Graduado de las universidades de Edimburgo y de Oxford. Preseleccionado para el Bridport Poetry Prize (Manchester, 2012). Autor del libro Brame el fuego (Buenos Aires, 2009). Su trabajo ha aparecido en revistas como Periódico de Poesía, Buenos Aires Poetry, La Raíz Invertida, Circumference, entre otras. Actualmente trabaja como profesor universitario en Arequipa, donde vive con Matilda, su gata.