Prurito amoroso
El amor
(lamento contradecirlos,
señores poetas
de este y otros siglos)
surge de la contaminación,
nace cuando uno se expone
a su maléfica influencia,
basta estar unos momentos en contacto
con alguien debidamente infectado
(de preferencia mujer,
aunque no a todos sucede)
para que, de repente, las ronchas aparezcan,
el prurito inaguantable de la ternura
nos haga presa y
de un costado nos surja una rama
que poco a poco se vuelve un árbol
del que la amada toma los frutos.
El amor toca nuestras cabezas con su pesada mano y
nos hace voltear a cada lado de la calle,
buscando,
como locos,
nadie sabe qué,
pero buscando.
Si del amor nos infectamos,
no existe aún cura ni conjuro
que evite el fatal contagio.