Vos, Gianfranco
Un poema para
mi hijo Gianfranco y su maravilloso autismo.
Vos que saltás entre
risas y gritos por mi vida
abriendo los silencios como nueces
para descubrir las palabras, las palabras tuyas,
llenitas de emociones y de ensueños.
Vos que me inventás más nombres
para darme metáforas únicas como joyas de mar.
Vos que recorres el jardín tapándote los oídos
con las manos enteras para atrapar el aire
y el verde rumor de las hojas
con los ojos de la piel.
Vos que cantás y cantás
porque hay música en todos tus silencios hermosos.
Vos que descubrís el misterio de las sonrisas
y que abrazás entero y tímido
como el sol anaranjado del verano.
Vos que caminás descalzo disfrutando de la vida
a plenitud entera y te regocijas inmenso
en un segundo de felicidad completa.
vos que llevás la ansiedad cerquita de la alegría,
ambas a la mano, para entregarlas enteras
y que sobresaltas al mundo con tus mareas.
Vos hijo que sos tan sensible, tan sensible,
como las cuerdas de la guitarra;
vos sos el punto central de mi universo
el spin de estos versos.
Gianfranco, el mundo gira para vos a otro ritmo
amás los puentes, la música, el agua,
y los pronombres enclíticos.
Hueles el instante sin esquemas
y sabés los mil detalles, pero te asombrás;
saltás pleno de sonrisas
al descubrir una pieza nueva del universo
ya sea una hoja amarilla, una mariposa,
la luna o el viento que mueve el bambú.
Conocés los espacios milímetro a milímetro;
llevás lupas en tus ojos de águila,
niveles en los pies que van siempre equilibrándose
en la cuerda floja
y millones de juegos en las manos
también descubrís de repente el spin
y los puntos focales de todos los paisajes
y bailás, feliz de saberte libre,
de puntitas sobre el aire que te roza
las ideas que te voy adivinando.
Todos los días te regalo una palabra nueva,
un verso, un poema y vos me das ese amor azul
ese amor azul que eterniza la paciencia
y el tono exacto de la palabra y del silencio.
Llenás de cosquillas los absurdos
y cada instante es un sabor nuevo,
un misterio lleno de encanto,
un beso infinito, un carcajada.
Gianfranco, amor de risas y pies descalzos.
Trece años ya de abrazarte, de jugar a tener frío-mucho frío-
un loco frío- para seguir abrazándonos.
Trece años de contarte cuentos y de cantarte canciones
que de repente recuerdas y las cantas y los cuentas y sonríes.
Trece años de vernos las manos y saber que nos parecemos tanto, Gianfranco.
Trece años de cortarte el cabello sin hacer ruido, jugando.
Trece años de cruzarnos las calles aprendiendo del asfalto de las ciudades.
Trece años de mojarnos bajo la lluvia, de cortar la fruta de los árboles,
de sembrar plantas, de coleccionar piedras,
de investigar las hormigas, de meternos en los charcos
y de rasgar la tierra con la uñas.
Trece años de mecernos en la hamaca mirando las nubes,
oyendo los pájaros y de cantar a toda voz el CANTO NEGRO de Nicolás Guillén.
Trece años de guiñarnos los ojos y de entendernos los silencios,
de abrazos de tres: papá, vos y yo.
Trece años de mirarnos en el espejo y jugar a las muecas,
y descubrirnos: el de aquí y el del espejo
Trece años de sentarnos en la ventana a mirar el mundo,
de paseos por calles por ciudades por países que aprendemos de memoria
todo los espacios con sus intersticios, y nombres.
Trece años de comer cáscara de mandarina y reírnos,
de ser nosotros, libres y distintos, de sobrevivir a los ruidos, a los prejuicios.
Trece años de sabernos fuertes, picarillos, de ir guardando palabras para hacer libros.
Trece años, Gianfranco, amor de risas y pies descalzos.