Poema de Rosalba Gil

Retrotracción

Me decepcioné de ti

en honor a la contradicción humana.

Me largué por la anomia 

más desesperada.

Instalé mi vejentud

al ver cada uno de mis más

repugnantes defectos en tus fallas, 

embarrando el tizne de tus ideas por doquier

convirtiendo lo inane en tosco brasero.

Amainé, cuando me dijiste

que pesaba más la forma que 

el fondo de mi fogarada 

y fui incendio alado de mis palabras.

En silencio, más que nunca.

Cedí, cuando no hubo más revueltas

con la cara absorta y ensangrentada

cual oveja roja que anda pastando soledades,

rubicunda estrella en el cielo cómplice de alguien.

Esplín de mi: “one in a million sheep”.

Me vengué, sin vacilar.

Sustituyendo cada dulzura

con el efluvio que abrasa

la amarga venda que se te cae

de los benditos ojos.

Desquité con cada partícula que fuera

tu antítesis,

la voz-átomo que aborrecieses,

el sonido con pausa para oxímoron.

Desahogué en mil y una horas los cuentos

arrojando migajas de miopía al pasar

y regresé cual beoda por

las calles del Cuauhnáhuac

para no decir lo que me hiciste,

lo que me hice. 

Ahora sé que 

cuatrocientos vientos no curan 

y Ehécatl se enfurece.

Tonantzin desnuda con huracán.

Me enterré en la antesala de mi tacto

mutilando la consciencia de la muerte.

Y entonces, aquí llegué

con la plañidera del brazo 

al funeral del tiempo.

Me iré diáfanamente 

en el recreo de tus ojos

y tú regalando mi albura 

hasta la indignación.

Nos veremos, quizás…

Quizá en la calumnia.

Quizás en otra de mis ideas belicosas.

Quizá ya sea hora.

Quizás tan solo en un poema casado

que hace poco concubino leyó.