Convicción del arrebato
Vengo a ti convencido de nada.
¿Son necesarias la soberbia
y las espinas cuando el presentir
me envuelve y vuelve
como visita equívoca?
Yo acechaba tus pasos de siempre,
pero alguien
estremeció
a mi debate,
a mi credo,
a mi condena,
y desistí en la lucha.
Por la ventana arrojo ya mis versos
y se atardecen las palabras
al observar tu huida.
Es inconclusa seducción
la sal vertida sobre el pecho del verano,
pero mañana
vendrá la rebelión de algún desierto
a desnudar mis armas
con sus preguntas boca a rostro.
Hoy enfrento
la sumisión del arrebato por saberme
prisionero de mi sed,
y el agua solo sirve
para encubrir las olas de otra madrugada,
mientras mi sangre escurre
sobre la castidad del tiempo.
Tu sombra roe la tormenta,
plagada en la pared vigía de otros mares.