Poema de Refugio Pereida

Los funerales de la tierra

 

En mi tribu se entierra a los muertos.

Les ponemos flores de nube muy blanca

y frágil como la vida.

Dejamos que duerma dentro de un zurrón

esa enorme semilla de trigo.

Con palas inconmovibles levantamos montículos

que se alumbran de noche con el fósforo de los huesos;

trinos de cuervos y zanates urden oraciones,

lloramos con nuestros ojos de huérfanos

sobre esa cáscara suave.

Esperamos su regreso al estado primigenio

una tarde de aguacero,

como nómadas felices.

 

A los muertos los vamos siguiendo,

siempre,

en un lienzo de hojarasca y polvo

bordado por el tiempo.

 

Las enredaderas se extienden

pacientes en los muros.

Se aferra

en las grietas

el jardín del reposo.

 

Brazos ni dedos vuelven a crecer.

Pero, llega la lluvia.

En el descanso eterno,

espero que florezca el trigo sembrado, hermano.