Los funerales de la tierra
En mi tribu se entierra a los muertos.
Les ponemos flores de nube muy blanca
y frágil como la vida.
Dejamos que duerma dentro de un zurrón
esa enorme semilla de trigo.
Con palas inconmovibles levantamos montículos
que se alumbran de noche con el fósforo de los huesos;
trinos de cuervos y zanates urden oraciones,
lloramos con nuestros ojos de huérfanos
sobre esa cáscara suave.
Esperamos su regreso al estado primigenio
una tarde de aguacero,
como nómadas felices.
A los muertos los vamos siguiendo,
siempre,
en un lienzo de hojarasca y polvo
bordado por el tiempo.
Las enredaderas se extienden
pacientes en los muros.
Se aferra
en las grietas
el jardín del reposo.
Brazos ni dedos vuelven a crecer.
Pero, llega la lluvia.
En el descanso eterno,
espero que florezca el trigo sembrado, hermano.