Antología del movimiento de la tierra
I
Un estigma en el alma del concreto
De las mentes advendidas del suceso
Pretendientes como un niño
Adyacentes los espinos
Que en el corazón se clavan
Valientes de muerte en vilo
Los ojos venideros de las torres
Que colapsan al sentido de mis dedos
Sujetando el pretil de los obreros
Que descansan reposados en senderos
Y carentes de reproches los peatones
Van juntándose en un río de remedios
Aplastadas entre el valle y la corriente
Son las luces del deseo lo que comprendo
Y las voces que comparten esa ofrenda
De este pueblo que ha crecido resiliente
II
Me extraigo de mi cuerpo
Sumido en el cansancio
Apenas si me encuentro
Más tarde que temprano
En séptimos reproches
Auguran los peldaños
Que siento sin escombros
Del México engañado
Ya nada tiene vida,
Más flama, que sublima
Las gentes asesinan
La muerte que germina
El todo me contempla
Erguido ante la noche
Mirando los reproches
Del muerto que es en vida
El cielo que adivina
La tumba de las flores
Y ya sobre la tierra
Mil puños redentores
III
Cuando despierto de la soledad
sumida en los adentros de la ciudad
el humo que me llena es más claro que la vida
Delante del alborozo de la gente
Luchando a lo que aplasta, con miles de manos
sentía un deseo sin mesura con tintes azorados
Habrían pasado tres o cuatro horas
Sin que un movimiento de mí naciera
y el polvo que me acaricia es suficiente ruido y suficiente brea
delante de las consecuencias venideras
Tres niños juegan al fondo de la sierra
y las madres viven con una daga en el corazón
que se acomoda como un árbol en la tierra
Con tanta vida y tanta muerte que el mundo deja de girar para ellas
La muerte galopa a nuestro frente
Todo tan de repente
que lo existente pende de un hilo tejido por ellas
Que ahora yacen sin vida
Que ahora yacen sin muerte
Sofocándose en la espera
IV
Como llega la brisa a la orilla, conducida por el mar en su lejanía
El sosiego encuentra a la ciudad perdida en donde todo se termina
Bajo las piedras y el metal inerte nacen ya perdidos mil fantasmas
Que nos recuerdan la fragilidad de la valentía
La noche y el día siguen en su curso enajenado
Penumbras que van y vienen, testigos del rescatado
Y entre tantas multitudes, ha tardado, pero sí que vino
El vapor de luz que se impregna a nuestro destino
Ahora despertamos como el que ha adquirido la otredad
Que se ha pospuesto entre las balas y las noches
Entre el ruido de los aviones y el camino de los vagones
Encendidos desde el suelo hasta la punta de las flores
Se levantan los puños hacia el viento helado del cielo
Hacia el atisbo de sol cuando amanece
Sobre este diamante en bruto que nace
Desde ahora y para siempre
En la centenaria ciudad resplandeciente