El pacto del olvido
“Yo no me creo eso que dicen de que todos los hombres han sido guerreros y han creído en dioses desde que son hombres, no. Yo creo que los antiguos que creían en dioses y eran guerreros acabaron con los que no eran guerreros y no creían en Dios.
Entonces, somos hijos de los violadores, somos hijos de los corruptos, de los cobardes. O eres hijo del que mata o eres hijo del que calló cuando el otro mató.
En todo caso, puede que seamos una especie regresiva”.
Albert Pla.
Todo me devuelve la mirada.
El reflejo del que hablo cuando hablo en primera del plural,
el que contrae los músculos del cuello cuando consigo dormir del tirón
para recoger lo que le toca por estar en reposo.
Un pacto impuesto al recuerdo que vive bajo un feudalismo salvaje.
Rechazo frontal
a todo lo que se aloje lo suficientemente dentro como para no llegar
a extirparlo con los dedos y una cuchilla de afeitar.
A lo que te acerca a volver a ser un animal.
El zumbido seco de un segundero sin aguja.
Las fachadas de colores de casas con cimientos de barro.
El impulso de proteger
hasta la última gota de la sangre que te quede limpia.